Juan José Gregorio - Preparándonos para la Vida Eterna
El medio para obtener la vida eterna, ya está listo. La mesa ya está servida. El Señor Jesús lo hizo posible cuando murió en la cruz del calvario, cuando dijo en su último momento de su vida terrenal: “Consumado es” (Juan 19:30).
Lo único es que, para entrar a la vida eterna, no se puede entrar con la naturaleza pecaminosa conque nacemos. En Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios.” Se necesita un nuevo nacimiento. Pero este nuevo nacimiento no es simplemente un nuevo comenzar, como algo que yo me comprometo a mí mismo. Como el propósito que algunos se ponen al comenzar un año nuevo, cuando dicen: “Comenzando este año nuevo, voy a dejar de fumar, o, voy a dejar de tomar.” Por lo regular, nadie lo cumple. El nuevo nacimiento del cual habló nuestro Señor Jesucristo es más que eso; es un nacimiento o cambio de mente que se efectúa por el poder del Espíritu Santo. Jesús le dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo…el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
El nacer de nuevo del que está hablando el Señor, es obra del Espíritu Santo. ¿Cómo puede hacerse esto? Preguntó Nicodemo. El Señor le puso un ejemplo histórico: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15).
La historia es que, cuando el pueblo de Israel iba por el desierto, de camino hacia Canaán, se quejaban por todo: por el calor, por estar comiendo la misma comida todos los días (el maná), por lo largo del camino. Entonces Jehová les envió esta vez, como castigo, una peste de serpientes venenosas. El pueblo estaba muriendo por miles por las mordeduras de las serpientes. Entonces Jehová le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce, y que la levantara en una hasta. De manera que, todo aquel que fuera mordido por una de ellas, solo tenía que ver la serpiente de bronce colgada en el hasta, y sería salvo del veneno de las serpientes (Números 21: 5-9).
Así también nosotros, si queremos nacer de nuevo, la única manera es siendo salvos del veneno del pecado, lo cual se logra, creyendo con fe en el sacrificio que nuestro Señor hizo en la cruz del calvario.
Con el mismo poder con que hizo al hombre del polvo de la tierra (Génesis 2:7), y sigue creando todos los días en la concepción de cada bebe, puede crear un nuevo nacimiento espiritual en una persona, “los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:13).