El problema no está en la ideología, el probelma está en el corazón del hombre por Juan Gregorio
Dos ideologías dominan al mundo desde ya hace más de un siglo: la ideología comunista y la ideología capitalista. Estas dos ideologías presumen ser la solución para los problemas sociales de las naciones.
La ideología comunista se imaginó las sociedades de los pueblos como una hermandad donde nadie es dueño de nada sino que todas las cosas pertenecen a la comunidad como fue en el principio de la civilización del hombre.
Esta ideología enseña que la tierra, los instrumentos de trabajo, todo pertenece a la comunidad donde los individuos residen. La fuerza laboral es compartida entre las familias, así como la producción es compartida entre cada miembro de la comunidad en partes iguales; tales como alimentos, ropa, calzado, etc. y lo que sobra, es para venderse al mercado internacional, cuyas ganancias se pondrían en un fondo común del estado para beneficio de la misma comunidad. Servicios de salud, infraestructura, vivienda, educación, todo sería gratis para todos. No habría necesidad de dinero en efectivo porque lo tendrían todo. No tendrían necesidad ni de poner la mirada en un dios porque para esta ideología, dios es el comandante general del ejército y de la nación, el caudillo de la revolución. Según esta ideología, todas las religiones, incluyendo el cristianismo, son el opio de los pueblos.
Los protagonistas de esta doctrina la consideraban como la sabiduría máxima del hombre. Como un mesías sin tomar en cuenta a Dios. Como un paraíso en la tierra. Los jóvenes se ponían soñadores, pensando: “Que bonito ha de ser vivir en comunidad así, como una hermandad.”
En algunos pocos países lograron llegar al poder; le dieron vuelta al sistema ideológico de capitalista a comunismo-socialista, después de una lucha interna sangrienta, donde murieron cienos de miles de coterráneos, para liberarse, según ellos, del sistema capitalista explotador.
Con lo que no contaron los jóvenes soñadores es que los mesías revolucionarios, una vez estando en el poder, se iban a olvidar de la hermandad socialista para convertirse en injustos y corruptos a la hora de la repartición del producto interno del país. Se adueñan del poder, se hacen millonarios, y no quieren dar lugar a otros en el manejo de la política interna, trayendo como resultado, desnutrición, pobreza y desigualdad social.
Por el otro lado está el sistema capitalista, cuya bandera política es la libertad, la democracia y la igualdad social. Buenos principios y valores para la dignidad del hombre. En este sistema el hombre puede vivir donde quiera, estudiar lo que quiera, casarse con quien quiera, trabajar donde quiera, manejar su dinero como quiera, es libre de abrazar la religión que quiera, elegir a quien quiera para que gobierne su país. Todo diseñado de una manera maravillosa, en papel, para el bienestar social. Pero, igual que el sistema comunista-socialista, se presta para la injusticia, la corrupción y la desigualdad social, comenzando con la elección de los gobernantes estatales y municipales. Pagan Q. 100.00, y, hasta Q. 500.00 por un voto. Y esto, con dinero del mismo pueblo.
Cuando andan en la campaña política, conquistando votos electorales son unos mesías, ofreciendo el cielo y la tierra. Se identifican como cristianos evangélicos, como cristianos católicos, y hasta como chamanes de descendencia maya. Pero, ya estando en el poder, se olvidan de sus promesas de campaña y se convierten en saqueadores del estado. Tal parece que para eso se metieron a la política, y no para ser servidores públicos.
De todo roban, pero como es al estado al que roban piensan que no es un robo. Cuando autorizan los fondos para un proyecto estatal o municipal, ya tienen una ley clandestina establecida: el 30 por ciento del dineo para el proyecto, va para el que autoriza el dinero; el 15 por ciento va para el alcalde del municipio donde se hace la obra; y el 5 por ciento se va en firmas fraudulentas. El sistema democrático se convierte en una mara de cuello blanco, sin ninguna gota de compasión por los niños desnutridos, por los jóvenes sin trabajo, por las familias que comen terrones de tierra mojada y sacate, porque no tienen dinero ni siquiera para una tortilla.
De manera que, el problema no está en la ideología; las dos ideologías son buenas; están perfectamente diseñadas en los libros, para que el hombre viva de una manera digna, justa y honorable. El problema está en el corazón injusto y corrupto del hombre. Dice la Biblia en Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá?” Cristo es el único que establecerá un paraíso como el hombre lo ha deseado, para todos los que esperan su venida y guardan sus mandamientos.