A LA GUARIA MÁS INCREÍBLE DEL MUNDO SALIÓ DE CARTAGO

La revista inglesa The Gardeners’ Chronicle (1884) cuenta la fantástica historia de una monstruosa macolla o masa de guarias moradas (Cattleya skinneri, hoy Guarianthe skinneri), que cuidaba celosamente un campesino, en su pequeño terreno de Cartago. Aquel descomunal racimo de guarias pesaba más de 500 kilos y medía 2 m de ancho por casi 2 m de altura. El artículo indica que la masa fue plantada hace muchos años por este campesino, en las ramas de un árbol de la especie euphorbia. La veló con esmero hasta que floreció bajo su cuidado y, con el tiempo, su jardín se convirtió en un sitio de interés para muchos visitantes, irresistiblemente atraídos por aquella exquisita floración. La fama de esta masa de guarias llegó a los oídos del mismísimo G.U. Skinner (la persona que descubrió la guaria morada en Guatemala) y –sin pensarlo mucho— visitó Cartago, donde quedó impactado con aquella maravilla, nunca antes vista. No se sabe si Skinner llegó aquí procedente de Guatemala, o fue cuando su nave naufragó en nuestras costas, en el frustrado viaje hacia Perú, pues la revista se limita a indicar que Skinner vio la fantástica masa de guarias, en su hábitat. Benedict Roezl, explorador checo y famoso colector de orquídeas, contó más de 1500 flores en el racimo, en una visita que hizo a Cartago. Como era de esperarse, muchos viajeros y exploradores hicieron numerosas ofertas por la gigantesca mata de guarias; pero la respuesta siempre fue la misma por parte de su dueño: “no está en venta”. Sin embargo, como se sabe, el dinero es sospechoso pero también doblega las carencias, y fue así como, en el año 1884, llegó a nuestro campesino una oferta irresistible, por parte del orquideólogo inglés Frederick Conrad Sander. De pronto, la macolla fue sacada de su hábitat, y para que no sufriera daño alguno, sus nuevos dueños decidieron cortar el árbol por encima y por debajo del colosal racimo. Colocada escrupulosamente dentro de una gran caja de madera, fue enviado en carretas hasta Puntarenas, y desde allí por el vapor de correo Royal Medway, hasta Southampton, Inglaterra. En su lugar de destino, St. Albans, Hertfordshire, la firma preparó un ambiente adecuado, suspendiendo del techo de un invernadero una enorme cadena, para sostener la colosal masa de guarias. Con gran asombro, la revista inglesa indicaba que: “Es ciertamente la masa más maravillosa de todas las orquídeas jamás importadas, y es probable que nunca se vuelva a obtener ningún otro espécimen de este tipo, ya que ninguno permanece en una sola masa (como esta) durante el número adecuado de años en vida silvestre.”. También señaló que “Teniendo en cuenta la gran dificultad de importar, incluso pequeños ejemplares de esta planta, los Sres. Sander deben sentirse felices por su éxito. Nuestra ilustración muestra la planta "en casa", con su último dueño al pie, portando un hacha en la mano, a punto de talar el árbol”. Pensamos que el último párrafo en The Gardener´s es erróneo, primero porque el campesino no porta un hacha, sino una macana agrícola, y segundo porque los señores F. Sanders & Co, difícilmente, habrían permitido que el hombre de la imagen (ya entrado en edad) se encargara, él solo, de talar el árbol, tratándose aquella de una compra sumamente delicada y costosa. Fragmento de mi artículo “Rendidos ante LA GUARIA MORADA”. Puede leerlo completo en: https://www.facebook.com/notes/sergio-orozco-abarca/rendidos-ante-la-guaria-morada/2650557658307934/

FB_IMG_1584567743038.jpg
Ignacio España