UNA POESÍA DE CUESTIONAMIENTOS por Guillermo Fernández

Vernor Muñoz (1962, narrador y poeta) ha publicado el libro de poesía titulado “Simulacro de incendio” (2018), que muestra una poesía muy decantada y precisa en sus intenciones y que nos desnuda en esta llamada posmodernidad. Observamos en su poesía un lenguaje de una rica elaboración, que oscila entre evocaciones muy sugerentes y realidades que palpamos en este siglo donde la vecindad de los contrarios puede ser ya ser concebida sin asombro.


Decir, por ejemplo, “Cortamos la luz / Con un cuchillo de grasa” (“El salvaje sur”) nos comunica un innumerable sentimiento de peligro terráqueo, el mismo que hemos construido. Otro verso que podríamos identificar como signo de la poética de Muñoz, donde se muestra el conflicto de nuestros días es el siguiente: “La infamia está cargada de sonrisas”. Una infamia así la podemos comprender en los foros internacionales, por supuesto.


Hallamos poemas que son sentencias soberanas de una conciencia lúcida y que tiende a desgarrarse ante el espectáculo del mal. “Samhain” es uno de ellos: “Una ola de oscuridad revuelca al mundo… / Las vacas vuelan / Y desoladas las campanas / Huyen del verano / Incrustado en las rocas vivas”. El orden cósmico en Muñoz se disloca y las imágenes nos advierten de un caos que comienza a respirarse como precipicio, como, incluso, estado degradado irreversible.


Los nombres de Kurt Kobain y Winehouse aparecen en este libro que se hunde en la desesperación callada, dos famosos suicidas, como es suicida lo contemporáneo en cierta forma. La visión apocalíptica es más que notoria, Muñoz no quiere atenuar su diagnóstico desgarrado: “El día brilló en horquetas negras / Donde colgamos las camisas / Y lanzamos nuestros huesos / A una poza profunda”. ¿Pueden existir imágenes más poderosas de desolación?


A pesar de la persistencia de la visión agónica, a veces funeral, hay atisbos de una fuerza que insiste en la persistencia vital: “Dejarse llevar es lo que sirve / Flotar en dirección al sol / Y tragarse el orgullo / De su ruina”. Pero es un dejarse llevar cuyo fin jamás conoceremos.


Sin duda este poemario, pese a su elaborada imaginación, apunta a la dirección manifiesta de verdades que nos atañen a todos. Se aborda desde versos sombríos la posmodernidad, sus rutas inciertas, sus escapes sin salida, como en el caso del poema “Rayuela”, donde se presentan a los “normales” con sus “lápices de mierda”, es decir, con sus cálculos que dirigen el planeta; “Nistagmo”, el juego macabro del poder que puede ser visto mediante 3D; el extraño y sugerente “Hocus Pocus”, que adquiere la sinuosidad de una pesadilla o el franco “Anatomía del agua”: “De vez en cuando / Pierdo la esperanza”; o “Status Quo”, donde se hace mención al episodio de Ayotzinapa.


Es relevante apuntar que Muñoz es una poeta que cuestiona su medio, contrario a cierta postura en la literatura más reciente que se ha aclimatado al espectáculo del mundo. A nuestro parecer, Muñoz mantiene la vela encendida del verbo crítico, que ha sido herencia de otras generaciones nunca cómodas con el orden de las cosas. De ahí que su poesía sea ácida y artera, como en el poema “Déficit atencional”: “Las alarmas sobre el fin del mundo / Predicen alzas en la bolsa de valores / Y tu rabia / El torbellino que levanta la basura / Será noticia de Sucesos / En la noche buena. / Una rosa no es una rosa / Sino espinas envueltas / En papel periódico”.


“Simulacro de incendio” no es exactamente un simulacro. Es, a nuestro parecer, una poesía que ya nos enfrenta a cierta conflagración, la que vemos todos los días, como en pequeñas dosis, mientras seguimos caminando ilusos sobre arenas movedizas, en un corredor de frío y oscuro comercio de guerras y mercancías, es decir, donde el ruido de la confusión impide todo discernimiento:


HIP HOP


La calle amaneció

Llena de bolsas

Tapas

Fierros

Envases

Cáscaras de plástico

Todavía con olor a dinosaurio

El asteroide asesino

Las garras de otro sol

En la pared de mi ventana

Flash que hiela

Tumbos

Nubes amarillas

Amanecieron entre los gritos de los niños

Y la mezcla de exilio y levedad

Me sigue como un perro

Al salir de casa.

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