Beatriz Villarreal - Educación, Libertad y Democracia en el siglo XXI
Los filósofos E. Kant en “Sobre pedagogía” (1803) y Emilio Lledó en “Sobre la educación” (2018) definen al hombre en el sentido de que solo se puede ser hombre por la educación. Es el animal que habla, repite y conoce palabras. El pensar es innato en él. Esto le da un inmenso potencial para hacer y crear. De ahí que sean equivalentes los significados de cultura y educación. El hombre (y la mujer) es el que habla, entiende y aprende desde y con las palabras. Con la educación el ser humano es libre. La libertad es natural en el hombre. Por eso tememos tanto perderla. Para ser libre el humano busca educarse y construir su cultura. Pues al ser libre puede conocer e identificarse a sí mismo y como parte de una sociedad. Y de una cultura pues esta es creación. Por lo tanto los seres humanos también somos creadores. Para Lledó educar es crear libertad, dar posibilidad y hacer pensar. Según Lledó el ser profesor, al igual que Kant, es la profesión y es uno de los trabajos más gratificantes. Para ser maestro se tiene que amar la profesión. Este ideal pedagógico promueve la inteligencia, la libertad y el afecto en una sociedad que armoniza la existencia y la esperanza.
Para Lledó la educación de hoy tiene que enfrentarse al globalismo y al digitalismo que pueden interpretarse como como intereses económicos en busca de consumidores atontados donde domina la violencia y la crueldad. Esto hace difícil poder enseñar los valores de los clásicos y de la modernidad. Pues el poder de los medios digitales dominan a los consumidores. Con la información y los mensajes no dejan espacio a la reflexión, a la lectura al pensamiento tranquilo y reposado, ante el imperio de la avaricia y del consumo y su influencia feroz en el indefenso y cegado consumidor. Esto ya no es educación. Pues los hace sujetos pasivos de procesos enormes que vienen de afuera a los estudiantes al reducirles su libertad de pensar. Los inducen a pensar, sentir, experimentar y desear de una cierta manera. Son las pantallas las creadoras del arte y de la cultura de la realidad. A pesar de los posibles logros de la era digital. Todo esto fenómeno atenta contra la Educación y las Humanidades (filosofía, historia y literatura) si son determinadas por los programadores educativos. Pues la Educación es un proceso de fondo y continúo que se debe realizar por sí mismo, no por otros o recibirlo de otro (s).
El lenguaje es la característica fundamental de los seres humanos. Ante las enormes posibilidades comunicativas es necesario su cultivo y desarrollo en las personas. Y esto solo se adquiere leyendo, aprendiendo contenidos profundos y complejos, no trabajando con pequeños mensajes que no llevan a la reflexión ni al conocimiento ni a la madurez intelectual que les permitan responder a preguntas como por ejemplo el significado de las palabras. Esto requiere de todo un esfuerzo conceptual (filosófico y filológico) que le permita construir una sólida base teórica y cognitiva que lo lleve a ser, a entender y aprender por sí mismo, no por lo que le da la computadora a pesar sus posibilidades de realizar operaciones complejas, si se quiere construir una educación propia, de fondo y con futuro. Y que la educación formal cada vez más está dejando de lado.
La cultura surgió del entramado de la polis o ciudad donde la convivencia era algo más que la manifestación de los intereses de los individuos y de su grupo. Es el fundamento de la convivencia humana. El ideal humano de la educación o paideia por lo tanto requería de la democracia para formar ciudadanos buenos e iguales.
El ciudadano como el habitante de la polis es igual ente la ley y ante la posesión y administración de la palabra. La igualdad no es un hecho sino un derecho. La lucha por la igualdad no puede quedar en manos de los ciudadanos y de sus deseos individuales o de los grupos de poder, por lo que las luchas por la igualdad, al igual que hoy, intentan remediar las tensiones que atentan contra la armonía de las estructuras políticas que pueden ser destructivas. El descubrimiento de que la democracia se sustenta en la educación es la esencia del legado democrático. De ahí su relación con la política. Por lo tanto la democracia existe solo si hay educación. Esta requiere de ciudadanos libres y educados que ejerzan su derecho al voto, su ciudadanía y su sabiduría para sostenerla y ampliarla. La educación desde su origen hasta hoy significa el fomento y el ejercicio de la libertad. La libertad para poder pensar, para expresarse, opinar, abstraer ideas e interpretar el mundo y la sociedad. Esto sigue siendo vigente y básico para todos los modelos democráticos del siglo XXI, y más aún en sociedades como las nuestras donde existen riesgos de caer en procesos poco deliberativos ante las maquinarias electorales que se montan cada cuatro años.
La importancia de la educación para hacer de la igualdad un principio es fundamental para la defensa de la enseñanza pública, esto lo demuestran los países donde es una realidad los avances científicos y culturales desde la educación pública. Pues solo las sociedades que luchan por la igualdad son las que producen más riqueza material y cultural. El principio esencial del ideal igualitario es la educación y su más equitativo y generoso instrumento la educación pública y la pedagogía de la justicia y la solidaridad.