Carlos Araya Guillén - El nuevo humanismo cristiano en la acción política

El nuevo humanismo se revela, en su doctrina y su praxis, como una unidad cuya existencia propia está también en el señorío de su defensa de la libertad como valor absoluto de la sociedad humana porque sin ella no hay democracia.

En su epistemología el humanismo cristiano es una doctrina, es decir, un conjunto de ideas que sustentan una creencia o modo de pensar con pretensiones de universalidad y racionalidad.

La doctrina en su naturaleza está asociada a la constitución de un dogma como principio de verdad incuestionable, por ejemplo, el dogma de un Dios Trinitario (hipóstasis) en las Iglesias cristianas.

El dogma del ejemplo anterior, que no es otro, que consustancialidad divina, muy propio del Concilio de Nicea (325) no admite discusión alguna ni dudas acerca de su certeza.

De la misma manera el humanismo cristiano, como fundamento y metafísica de una acción política contemporánea que ha influido e influye en la conducta de sus adherentes, privilegia de manera irrevocable la inalterabilidad de sus contenidos.

Por eso, cuando se habla de un nuevo humanismo cristiano no se pretende modificar su esencia, sino adecuar sus expresiones al signo de los tiempos para responder a las exigencias del siglo XXI.

El humanismo cristiano no es innato en nosotros ni producto de una verdad política revelada. Tampoco es una teoría de ciencia social. Es una concepción filosófica que permite esgrimir una metodología contestataria de las más diversas coyunturas nacionales, o sea, es una manera de concebir la realidad para trasformarla según el ideario de sus convicciones y darle una especificidad en su praxis. Como dijo el conocido filósofo italiano Pico de la Mirándola (1463-1494) “el ser humano no es ni celeste ni inmortal, es artífice de sí mismo y debe dar forma con sus principios al camino que elige”. (1486/Discurso sobre la dignidad humana).

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