César Sagastume - Justificaciones de la Corruptela
Considerar a los licenciosos cuando faltan a su juramento y se sirven en lugar de servir, argumentando su presunción de inocencia es un juego vicioso de los pseudopoliticos.
En este momento crucial de la historia de Guatemala para reencontrar el camino correcto que nos conduzca a la reconversión del Estado, para tener un patria como lo reza nuestra Constitución de la República en su Título I, Capítulo Único, que contiene el artículo 1 y 2, en donde se sintetiza el sentido filosófico de una nación libre soberana e independiente que aún respeta los recordados postulados de la Revolución Francesa, cuyos principios de igualdad, fraternidad y libertad, resuenan como estandarte para edificar las nación civilizadas del planeta que garantice el bienestar de toda su ciudadanía.
En este período en que los grupúsculos de políticos licenciosos se organizan para proponer a la ciudadanía el cartón de la lotería, cual si fuera la llamada polaca de feria, utilizada en estos eventos electorales, pretendiendo convertir a nuestro país en la torre de babel en donde todos se lanzan insultos, difamaciones, hablando distinto léxico, y a veces con idiomas diferentes, aquellos que quieren seguir tramando la telaraña que tejen para saquear las riquezas que aún quedan en el Estado, y otros para asaltar los cargos más importantes, y manejar la corruptela en comparsa con el poder oculto de los deshonestos y corruptos. ¡Es el momento de actuar correctamente y hacer las cosas como Dios manda!
¡Ojo! con los que quieren Justificar las penas que tienen los que han sido sorprendidos con las estructuras criminales, artífices de la muerte de miles de ciudadanos que fallecieron por falta de trabajo, asistencia médica en los hospitales, los que han muerto acompañados de la ignorancia porque nunca les llegó la tan ansiada educación de calidad, los desnutridos, los que murieron en las montañas porque nunca se les dio su vivienda digna, y donde el Estado no cumplió con la prevención por desastres, sin mejorar la condiciones de vida de los ciudadanos apropiándose ilícitamente de gran cantidad de millardos de quetzales.
No vale justificar por casos de muertes de los que se han llamaron dignatarios y que cometieron estos crasos errores en el Estado. Pedir perdón y arrepentirse no cuenta para dignificar el sufrimiento y muerte de miles de ciudadanos y mucho menos cuando no se logra recuperar las cantidades que fueron sustraídas de los impuestos que paga el pueblo.
A los hijos de los políticos que han incrustado al nepotismo, imponiendo a los familiares cercanos como dignatarios para que juzguen, ufanándose de honestos, cuando los cargos que hoy ostentan son producto del enriquecimiento ilícito que sus ancestros capitalizaron en su momento.
Los grupos de políticos sanos y honestos deben proponer a estadistas bien calificados que adquieran el compromiso de sacar de esta encrucijada a la nación y destruyan a esta grey de malvados que quieren seguir estrangulando los recursos del estado y otros que quieren emular el ejemplo de sus ascendientes que han manejado a su conveniencia el nepotismo para asaltar de generación en generación los recursos del Estado.
Es hora de parar esos enfrentamientos entre los que disfrutan el poder y que confunden a la ciudadanía para lograr sus maquiavélicas intensiones, que después con actitudes cínicas se sientan en la misma mesa, comiendo en el mismo plato, y burlándose del pueblo o conviviendo con los mismos principios de la práctica de antivalores ciudadanos, distribuyéndose los más altos cargos en los tres poderes del Estado para construir el andamiaje de la corruptela, para no castigar a nadie, argumentando que los que están hoy en la cárcel son inocentes, pretendiendo hacer uso de las “medidas sustitutivas”, que ya suenan a “medidas prostitutivas”.
¡Olvídense de las injusticias cometidas, conviértanse y caminen por el camino del honor, la gloria y el respeto al Estado! Y por otro lado una reflexión exigente al pueblo para que deje de ser ingenuo y se pronuncie con su voto eligiendo a los más aptos y luego exigir a los vende-patrias que trabajen y se ganen honradamente los exorbitantes salarios y que resten las grandes cantidades de quetzales que le castran de manera inmisericorde al Estado.