Cristóbal Pérez-Jerez - Construir la democracia, es comprender la desigualdad

Antiguamente, en Guatemala, la noche de difuntos o las veladas de difuntos infundían miedo. En ocasiones a la luz de las candelas o en el difuminar de los bombillos de poca capacidad. La gente recordaba las experiencias tenebrosas de las almas y los espíritus viniendo del más allá, para espantar, cobrar venganza o simplemente recordarnos que los pecados y las malas acciones se pagan.

Eso mismo sentimos ahora. Basta leer los periódicos en el desayuno o al sentarnos en la mesa de trabajo. Las noticias nos cuentan la historia de un país mesiánico donde la democracia es imposible. Cada grupo, cada guatemalteco, se considera dueño absoluto de la verdad. La derecha considera que solamente es posible la estabilidad del país sí paraliza o elimina a la izquierda. La izquierda considera que solamente es posible la justicia y la equidad si se paraliza o elimina a la derecha. El centro no existe. Sí usted comete el pecado capital de opinar que es del centro, que ni la izquierda ni la derecha tienen la razón. Los otros dos lo consideran un infiltrado, digno de ser paralizado o eliminado primero.

Las ideologías en Guatemala son extremistas hasta el fanatismo. Por eso la democracia, hasta hoy es una quimera. La democracia es posible solamente cuando se entiende que no somos iguales. Que una nación no está compuesta por seres iguales, sino desiguales. Que por lo tanto tienen que aprender a convivir, aceptando que el otro no está equivocado en el 100%, y que yo no tengo la razón en un 100% La democracia es el sistema que acepta que existen las clases sociales, los grupos ideológicos, diferentes formas de comprender el mundo, diferentes culturas, idiomas, dioses y religiones. Y, que por lo tanto nuestra nación tiene componentes comunes y fundamentos de diferencia. Y la democracia es el mejor sistema, hasta hoy inventado por la sociedad para dirimir y compartir las diferencias en forma pacífica y progresista. Somos uno en la diversidad.

No es posible eliminar las diferencias. Ni las ideologías van a desaparecer, ni las riquezas y pobrezas, ni la cultura y la incultura. Mientras haya pueblo habrá diferencias sociales. Mientras haya pueblo es indispensable la democracia. Por supuesto, las sociedades más avanzadas son aquellas que brindan caminos, instituciones, alternativas para dirimir las diferencias, para convivir y negociar. Como un parlamento con diversas ideologías que dirima las disputas de acuerdo a la mayoría de un momento dado. En democracia las mayorías cambian de proporción constantemente. Hoy gana la izquierda, mañana gana la derecha, luego el proceso se revierte. Como hay muchos partidos, las alianzas surgen y se revientan con periodicidad, sin que la confrontación ponga en riesgo la estabilidad económica, social y ambiental.

Por supuesto la mejor democracia es que respeta los derechos de la mayoría, y le abre espacios para escalar socialmente, con acceso a la educación, la salud, el empresarialismo pequeño y el trabajo bien pagado. Por supuesto este es el resultado de un pueblo que madura políticamente.

Saber que en nuestro pueblo la democracia es posible y se han dado pasos hacia su fortalecimiento es optimista. En palabras de Becquer: “Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.” Podemos eliminar a todos los de izquierda o los de derecha, mientras exista la sociedad, surgirán de nuevo. Luego de 563 años de confrontaciones ya es hora de que en este lugar surja la madures política y aprendamos que somos diferentes y tenemos algunas características comunes. Es decir, somos una nación, es decir, un conglomerado de gentes con características comunes y diferencias que podríamos resolver en convivencia, negociando, compartiendo, construyendo juntos.

Existen varios elementos que permiten construir la democracia. Uno es la cultura, el saber que somos desiguales y que tenemos que convivir, y que los menos favorecidos tienen derecho a escalar hacia el bienestar. Por supuesto, en el momento actual la política del gobierno es esencial. Necesitamos un gobierno eficiente, competitivo y orientado a luchar por la unidad de la nación. Ya es hora de enterrar la visión mesiánica de nuestra visión del mundo. Es la hora del disenso para construir una nación. Guatemala está en marcha. Apoyemos las visiones democráticas que surjan en la izquierda y en la derecha.

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