Juan Callejas - La vocación docente (3)
En mi articulo bajo el titulo: “La vocación docente (2)”, cite el documento que en 1523 escribiera Martin Lutero, el fraile icono de la Reforma Protestante, en donde aborda algunas ideas relativas a la sustantiva responsabilidad de los padres en el campo de la educación de los niños y jóvenes de una sociedad. Termine dicha entrega citando la primera de las tres razones con las que Lutero explico los motivos múltiples que les pueden impedir a los padres cumplir con la obligación de hacer lo propio por la educación de sus hijos.
Agrego ahora las otras dos razones para buscar en estos tres argumentos, las realidades que en el Siglo XXI pudiesen atenderse como validas o bien, insistir en la necesaria, ineludible y responsable actitud que se demanda ahora y con mayor profundidad hacia quienes gozamos del privilegio de ser padres o madres. A quienes gozamos del privilegio de integrar una familia y darle vida a las comunidades de hombres y mujeres que amamos la vida, tal cual entendemos es el diseño de Dios para la misma.
La segunda razón que explica Martin Lutero se plantea así: “La mayor parte de los padres, por desgracia, no está capacitada para este menester e ignora la forma de educar e instruir a sus hijos, por la sencilla razón de que a ellos no se le enseñó nada más que a preocuparse de su vientre. Por eso, se necesitan personas especiales que eduquen y enseñen debidamente a los niños.” Sin duda, mucho de este pensamiento, sigue siendo valido hoy, mas de 495 años después de haberse citado por el fraile.
Hoy, con un nivel de población bastante mas elevado, pero igualmente con muchos recursos económicos, de mas y nuevo conocimiento, así como tecnológicos y psicológicos y con una mayor disposición de tiempo, lo deseable sería que no tuviéramos estas grandes deficiencias de los padres, puesto que en aspectos formativos – educativos - como el de los valores, las virtudes y todo lo que forma el CARÁCTER de un individuo, esta claro que no existe posibilidad mejor que el cumplimiento responsable del rol paterno y materno en familia.
Una tercera razón a la que alude Martin Lutero, la expresa así: “Incluso en el caso de que los padres estuviesen capacitados para hacerlo y quisieran hacerlo gustosamente, las ocupaciones del mantenimiento de la casa y otros negocios no les dejarían tiempo ni lugar. Por eso se hace necesario contar con educadores comunes para los niños, a no ser que todos estuviesen decididos a mantener por sí mismos a uno propio. Lo último sería una carga insoportable para el común, y no sería excepcional el caso en que un muchacho bien dotado se viese abandonado a causa de la pobreza. No olvidemos, además, que numerosos padres mueren dejando huérfanos. Si no nos lo mostrase con tanta claridad la experiencia, bastaría para darnos cuenta de la forma de comportarse los tutores con estas criaturas el hecho de que Dios se nombra «padre de huérfanos» abandonados por los demás.”
“En fin, algunos no tienen hijos, y poco interés podrían mostrar por este asunto.
El consejo – refiriéndose al consejo que se forma en los gobiernos locales - y la autoridad, por tanto, tendrán que ver que a ellos compete el cuidar de la mejor forma posible de los jóvenes. Porque, una vez que se les ha confiado el cuidado de los bienes, honor, cuerpos y vidas de toda la ciudad, como a fieles administradores, no cumplirían honradamente este deber ante Dios y los hombres si no procurasen con todos sus medios, día y noche, el florecimiento y mejora de la ciudad.”
Es claro que esta tercera razón tendría en la parte de Instrucción su explicación tal cual, y en lo personal, abogaría por conceder la razón en este ámbito, pero nunca en lo que corresponde a la educación – formación del carácter individual del niño o joven -, puesto que esta tarea se debe cumplir y se puede cumplir en el devenir natural de la vida en una familia, desde que despertamos por la mañana, hasta que nos vamos a dormir por la noche y así sucesivamente. La tarea, el oficio, la misión de padre o madre, es una responsabilidad 24/24 y durante todos los años de vida de quienes nuevamente, han recibido el don de ser padres y/o madres.
Es claro que las autoridades civiles de una nación, de una comunidad o de un conglomerado en donde los ciudadanos convivimos, deberán asumir la parte de “instrucción” para todos los niños, niñas y jóvenes que no puedan acceder a servicios privados para esta necesidad. Esta instrucción complementa y construye en estas nuevas generaciones las capacidades y competencias necesarias para cumplir con aquello de multiplicarnos, sojuzgar la tierra, hacer que de frutos y gobernar por sobre todo lo creado. Este servicio a la vida, debería siempre procurarse en el mas alto nivel de calidad, pertinencia y entrega posible.
Lo que no puede, ni debe hacer la autoridad civil es, asumir como sus tareas la parte formativa, educativa del carácter de cada individuo, sino estaríamos entrando en el campo del totalitarismo que atenta contra la vida y la libertad con la que Dios ha creado a cada persona en este mundo. Es por esto, por lo que los ideólogos de las corrientes exóticas que se cobijan bajo el nombre de Ideología de genero, están bastante equivocados. Lo digo con todo respeto.
Termino citando a Lutero, solamente para destacar que lo pensado, elaborado y planteado hace 495 años, es aun actual y se hace necesaria una revisión que retome estos aspectos. Afirma el fraile:
“Ahora bien, la prosperidad de una ciudad no consiste sólo en acumular gruesos tesoros, en fabricar muros resistentes, casas hermosas, muchos cañones y armaduras, porque cuando se cuenta con buena provisión de estas cosas y de ellas se apoderan locos furiosos la ciudad se encontraría en un peligro mucho más angustioso. La mejor prosperidad, salud y fuerza de una ciudad consiste en disponer de ciudadanos muy inteligentes, razonables, honrados y bien educados. Estos son los que después podrán reunir ricos tesoros y toda clase de bienes, los que podrán conservarlos y administrarlos como es justo.