El retorno inevitable por Luis Javier

El gran poeta Maya K’iche’ Humberto Ak’abal partió al viaje inevitable y ha dejado atrás su pueblo, su gente, su país, los bosques de su tierra “donde todo queda lejos”. Él fue uno de los pocos que colocó el nombre de su país a través de su poesía en más de veinte idiomas del mundo. Dedicó a su tierra palabras bellas que surgieron de su diálogo con la Madre Tierra, con las aves del campo y los bellos paisajes de la patria. Humberto supo mantener los diálogos con las estrellas, el Sol y la Luna porque estos astros dan vida a todos en la tierra. Tomó la palabra, pero las palabras sabrosas que conmueven al corazón, que hacen pensar en los ancestros y vivir  la vida del tiempo tal como dijeron las abuelitas y los abuelitos. Aquí hay que reconocer que tantos siglos de exclusión no han terminado con las profundidades de la cultura y literatura mayas.

“Se fue…se fue…” dejándonos un modelo de vida que construyó sobre los cimientos de la cultura maya, un modelo de vida lleno de humildad, sabiduría, trabajo, imaginación, creatividad y muchos deseos por el bienestar de su pueblo.  Humberto, tomó la palabra, hizo uso de las palabras bellas, las palabras que con todo espíritu  transmitió  para dar a conocer a Guatemala y al mundo que la cultura maya y el idioma K’iche’ tienen conceptos para entender y vivir la vida con plenitud donde la alegría, la paz, el diálogo y el recuerdo son parte de la cotidianidad. Al inspirarse en la vida de todos, Humberto reconoció los hilos invisibles que sostienen la vida, que todos los seres vivos aportan para mantener la vida y que esa vida no es solamente de las personas. Al hacer uso del idioma K’iche’ solamente nos dio un ejemplo de que los idiomas que heredamos de nuestros ancestros tienen toda la capacidad de dar a conocer las interpretaciones de las realidades que están a nuestro alrededor.

El retorno de Humberto Ak’abal es para el Pueblo Maya la ocasión para seguir comprendiendo la vida en sus distintos momentos.  “Después de su primer grito, recién llegados a este mundo, a las niñas se les pone un granito de sal en los labios para que sus palabras sean dulces. A los varones, una gotita de chile para que no hablen malas palabras”.  Es que los grandes momentos de la vida tienen que ser vividos junto a la presencia de los árboles, los bosques, los ríos, los animalitos y el pensamiento de los antepasados. Humberto cuenta que “el abuelo le dijo a mi papá que pusiera mi ombligo en la mera punta de un ciprés para que cuando yo creciera no fuera miedoso”.  Y entonces, no fue miedoso, utilizó la poesía para denunciar la pobreza y la discriminación que sufre su Pueblo Maya y lo denunció tantas veces diciendo en su poema que “El mecapal. Para nosotros los indios el cielo termina donde comienza el mecapal” y en el poema “El Sol. El sol se mete entre las tejas…y se pone pálido al ver que con su luz es más clara nuestra pobreza”.  Humberto nació, vivió su tiempo y regresó sin ver las transformaciones que son urgentes en Guatemala y particularmente para su Pueblo Maya y sus hermanas y hermanos k’iche’. Pero él no ha muerto, porque sus poemas junto con el tiempo siempre acompañarán las demandas de justicia, equidad y desarrollo.

El  Ministerio de Educación que dé a conocer la poesía de Humberto Ak’abal a estudiantes de todos los niveles educativos como una forma de agradecimiento a un gran hombre que supo hablar de su cultura materna a través de palabras bellas y supo denunciar la injusticia haciendo uso de palabras del mismo pueblo, aquellas palabras que muy bien comprenden las abuelas y los abuelos.

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