Trump construye un nuevo mundo por Cristóbal Pérez-Jerez 

El jueves 26 de julio, 2019, fue un día de extremo calor en Wáshington. Ese día el presidente de Estados Unidos Dónald Trump inventó un nuevo sistema de relaciones internacionales para Centroamérica. Este nuevo sistema consiste en que el jefe de la Casa Blanca reúne a dos funcionarios de menor jerarquía, de Estados Unidos y cualquier país centroamericano (Guatemala, México, El Salvador, Honduras) y los pone a firmar acuerdos sin ningún sustento legal ni político, basta que cumplan los deseos del patrón (führer). 

Ese día Trump mandó a traer desde Guatemala, a un funcionario de segunda categoría (en Guatemala cuál no lo es), llamado Enrique Degenhart, supuesto ministro de gobernación (una especie de ministerio de seguridad interna), sin potestades para firmar ningún acuerdo internacional. En un Estado no fallido esa tarea le compete al presidente o al canciller. Y lo puso a firmar un acuerdo redactado previamente por algún secretario del presidente de Estados Unidos en compañía del equivalente de seguridad interna de Estados Unidos, Kevin McAleenan.

Como en un teatro de marionetas de pueblo de la edad media, Trump puso una mesa de metal de picnic, junto al despacho oval, y allí los dos no representantes de ningún pueblo firmaron un documento espurio, que será el documento de relaciones internacionales más importante firmado por el Estado guatemalteco en sus casi 200 años de triste historia.

El hábil titiritero se puso detrás de las marionetas y condujo sus alegres movimientos hacia la firma del documento. Lo paradójico es que aparecen en las fotos de tan magnífico evento una multitud de banderas y signos del Estado imperial y ni una sola bandera, ni algún vestigio del Estado títere.

El nuevo modelo de relaciones internacionales de Estados Unidos con los países atrasados del mundo consiste en lo siguiente: cada vez que al führer se le ocurra una idea de como manejar los problemas socio-económicos internacionales, redactará una línea de acción y el sustento será la firma de cualquier personaje de los terceros países, señalado a dedo para que firmen y le den “legitimidad” a los deseos del presidente de Estados Unidos. Con ello se resuelven todos los problemas de Centroamérica. La nación norteamericana tenía un problema en su frontera sur, con México, en donde se acumulan diariamente miles de emigrantes empobrecidos, famélicos sin esperanzas. Traicionados por los gobiernos de sus países de origen, que claman por encontrar trabajo y comida en una nación democrática. Estados Unidos por décadas a sostenido a las oligarquías terratenientes, militares y religiosas de esos países y ha empobrecido masivamente a sus poblaciones. Al final, no hay almuerzo gratis. Los problemas acumulados obligan a emigrar masivamente hacia el sueño americano, que es a la vez uno de los principales causantes de la miseria.

La masa de blancos gringos, al verse amenazados por las minorías de otras etnias, han creído a los falsos profetas, y consideran que aislar y expulsar a las minorías es la solución de las graves fallas del sistema capitalista. Trump prometió construir un muro y lo está cumpliendo. Ya traslado el primer muro de su frontera con México hacia la frontera México-Guatemala. Allí ya no recibirán a los emigrantes con campos de concentración, hambre y tortura. Los recibirán a sangre y fuego. Y, con el nuevo acuerdo se construye otro muro: las fronteras de Guatemala con El Salvador y Honduras. En donde el trato al emigrante será peor.

El nuevo modelo de relaciones internacionales se basa en la construcción final del Tercer Reich. Trump igual que Hitler, Stalin, Fidel considera que será eterno, y que siempre comandará la construcción de un nuevo mundo, en donde la inteligencia y clarividencia del gran líder iluminará a todos los habitantes de la Tierra con la verdad y el bienestar emanado del gran imperio. Estados Unidos gobernará el mundo por la vía de la violencia y la manipulación. El imperio será feliz y lo más grande, y el resto del mundo le rendirá pleitesía en forma agradecida.

El discurso de Trump es sencillo y contundente. Le dice a los dirigentes de Centroamérica (México, Guatemala, El Salvador, Honduras, próximamente Nicaragua), ustedes tienen hambre, desempleo, pobreza, con oligarquías y funcionarios del Estado hartos y pudientes. Pues bien, si no hacen lo que les ordeno les pondré aranceles y prohibiciones a sus exportaciones hacia Estados Unidos y el resto del mundo, y voy a empobrecerlos a todos. Los gobiernos, funcionarios, intelectuales, terratenientes y como no, militares tiemblan y aceptan los consejos del gran hermano.

La idea es muy sencilla. El que quiera sobrevivir y no ser aplastado por la maquinaria militar y comercial del imperio tiene que declararse amigo del gobierno de Estados Unidos, el que no acepte la imposición será enemigo y sujeto de ataques económico-militares devastadores. ¿Quién es amigo y quién enemigo? Amigo es el que acepte los dictados del führer. No importa si es una dictadura, una oligarquía que empobrece a su pueblo, ni si elige autoridades por medio de fraudes electorales; tampoco importa que secuestre en sus embajadas periodistas opositores, y los descuartice en la embajada, o que no tenga libertades de opinión cultural o religiosa, ni derechos de las mujeres. Sí acepta las ocurrencias del líder del imperio es amigo, es democrático, respetuoso de los derechos humanos y libre.

Mientras, sí es democrático, cumple con alfabetizar al 90% de su población, financia sistemas de salud de calidad, tiene elecciones periódicos y alternancia en el poder, es tolerante, pero no acepta sin discusión, sin análisis las opiniones del jefe, entonces es enemigo y tiene que ser atacado.

Hemos entrado en la era abierta y sin ambages, sin hipocresías, de la imposición de la opinión del más fuerte. Fukuyama, tenías razón, es el fin de la historia.

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