Otra vez a unirnos a fuerza de tragedia y después… por Giovanni Tobar
El pasado domingo el volcán de fuego volvió a recordar lo frágil que podemos ser ante la omnipotencia de la naturaleza, las imágenes dantescas solamente desnudaron nuevamente la realidad socioambiental del país.
Imaginemos experiencia vivía por los comunitarios, las familias de estos, bomberos, personal de socorro y todas aquellas personas que por alguna manera estaban en el entorno de esta nueva tragedia que al día de hoy suma 70 víctimas mortales, cifra que seguramente aumentara en los próximos días al remover los escombros, así como aumentaran aún más los miles de connacionales afectados directa e indirectamente.
Según expertos, la topografía y ubicación geográfica bañada por corrientes bimarítimas hacen de Guatemala un país de multiamenazas ante fenómenos naturales extremos, 2 de las diez placas tectónicas del mundo están en el país, a su vez el índice de vulnerabilidad climática nos ubica en los primeros diez lugares a nivel mundial como Estado vulnerable.
Pero sin duda más allá de la parte física, nuestra mayor vulnerabilidad consiste en la fragilidad social de nuestra población. Anualmente se enlútese familias guatemaltecas ante la muerte de personas causadas por derrumbes, deslizamientos e inundaciones por fuertes lluvias y ahora también por las erupciones volcánicas.
Actualmente presentan actividad los volcanes de Fuego, Pacaya y Santiaguito cuyo riesgo no solamente existe al momento de la erupción pues en los siguientes días dada la cantidad de gases expuestos en cada explosión, estos son altamente dañinos a la salud humana.
La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) ha identificado más de 10,000 puntos de alto riesgo en todo el país, alrededor de los cuales existen asentamientos humanos, en la mayoría de casos con frágiles construcciones, ante lo cual la probabilidad de que sigan existiendo tragedias como la del pasado domingo es permanente en la medida que no se tomen las medidas inmediatas para reducir los niveles de exposición al riesgo de la población.
Lo único positivo de esta situación, si se puede llamar de esta manera, como sucede tras cada evento como el descrito, es la solidaridad de los guatemaltecos, académicos, empresarios, medios de comunicación, población en general se han organizado en jornadas voluntarias para ayudar a los damnificados, así como instalado centros de acopio a donde se deja ver cientos de personas que acuden a dar su apoyo en el marco de sus posibilidades y en algunos casos más allá.
Lo anterior brinda destellos de esperanza en pensar que aún es posible la unidad en un país con altos niveles de conflictividad social, sin duda es necesario fijar en el imaginario colectivo metas en el corto plazo que vayan más allá del beneficio individual, de uno u otro sector, metas que los principales liderazgos del país deben fijar para la orientación de una nación que necesita encontrar un rumbo que responda a las grandes necesidades de su población.
El volcán de fuego nos vuelve a recordar las materias pendientes, no esperemos otro fenómeno natural extremo para unirnos como sociedad y para poner en primer orden las grandes prioridades del país, caso seguido no falta ser futurólogo para predecir que podemos estar próximos a una nueva erupción solo que ahora quizá de tipo social.