De nuevo el problema del hambre en Guatemala por Beatriz Villarreal

Otra vez, como una muerte anunciada, los periódicos del país comienzan a alertar la gravísima situación de casi un millón de pobres de este país, que corren el riesgo de no contar con recursos ni apoyos, por su situación de pobreza extrema, y que están en peligro de no tener que comer ni ellos ni sus hijos. Esto dice mucho y muy mal de un país, de un gobierno y de una población con medianos y altos recursos que tratan y presumen de ser humanitarios. Una de las características fundamentales de cualquier nación que se precie de ser avanzada, en estas épocas, es de lograr y asegurar la sostenibilidad alimentaria de toda su población. La base de cualquier sociedad democrática es en primer lograr hacer posible y asegurar que la población esté bien alimentada. Es responsabilidad del Estado proteger los ciudadanos, según consta en la Constitución del país. Esto no es una realidad o no es verdad aún en este país. Lo primero  es producir, garantizar y proveer los recursos materiales como son la alimentación, en segundo lugar la salud y en tercero la educación para que cualquier sociedad pueda subsistir adecuadamente.

Desarrollar una población sana, bien alimentada y educada es lo que garantiza su sostenibilidad como sociedad y como cultura. Guatemala aún no logra resolver este problema, que es histórico, y pone al descubierto las trabas y taras profundas y malsanas que permiten evidenciar la profundidad con que está asentado aquí el principio de la propiedad privada, el  egoísmo, el interés por la riqueza y el dinero fácil a partir del comercio. El ideal de cada guatemalteco es ser rico cueste lo que cueste. Este principio pone en peligro su propia subsistencia como nación. Pues la razón de existir de cada uno es su propio y único bienestar y acumulación de riqueza. El resto no le significa nada. De ahí sus dificultades.

La problemática del hambre lo incapacita para resolver la complejidad social por su escasa voluntad para desarrollar la solidaridad como principio moral para la buena convivencia, pues no abocan a producir lo necesario para alimentar a su población pobre. Sino que  permite que la situación se agrave para recurrir a la ayuda externa y  la donación, de alimentos poco nutritivos,  de otros países con grandes excedentes que son con los que enfrenta la desnutrición y la muerte infantil.  Esto es una forma de paliar el estallido social que puede  adquirir las dimensiones de Venezuela. Lo más negativo de esta situación crítica lo que demuestra es la poca valorización que se hace de esta situación. No les importa que algunos guatemaltecos mueran de hambre, pues esto ha ocurrido siempre aquí. Cómo puede ser que un ser humano piense así y actué en consecuencia. No existe una conciencia colectiva ni ciudadana que se aboque al estudio y resolución de esta situación. Por ejemplo las universidades están en capacidad de institucionalizar escuelas de nutrición coordinadas con las facultades de agronomía, el Ministerio de Agricultura y la Secretaría de la Alimentación.

La sociedad y el gobierno tienen la responsabilidad de asegurar con anticipación que esto no pase. No alardear de ser buen cristiano apoyando a Estados Unidos con su embajada en Jerusalén. Esto es muchísimo más urgente para cualquiera que se precie de ser un buen cristiano: dar de comer al hambriento es una de las grandes frases que deben de servir de guía moral a cualquier persona cristina y no cristiana.     

Este es un problema perfectamente superable. Existen importantes ejemplos a seguir. Un programa para terminar con el hambre y la desnutrición realizado hace algunos años por el Ministerio de Salud de Costa Rica fue ejecutado por una funcionaria chilena y el problema se resolvió. Efectivamente esta situación afecta a una minoría de la población en Guatemala que representa el 10% o más, y que está ubicada geográficamente en los márgenes. En el caso citado esta funcionaria resolvía la situación enviándole a cada familiar por semana un paquete de comida con todos los nutrientes necesarios.   

La sostenibilidad alimentaria es uno de los objetivos que este país debió de alcanzar hace más de diez años. Es impensable como cada 4 años es utilizado como un tema de campaña que se olvida una vez llegan al poder. En un país como Guatemala caracterizado tener un importante porcentaje de población rural, el MAGA no realiza programas que aseguren una base social productiva para el cultivo y producción de granos básicos, frutas, verduras  para terminar con el hambre y mejorar la calidad nutritiva de la población necesitada. No se cuenta con un sector de producción de pequeños propietarios y campesinos productores de alimentos apoyado por el Estado. Si este ministerio desapareciera en este país no ocurriría nada, pues ha demostrado ser una institución poco eficiente que no logra justificar su razón de ser.

Entonces para qué un gobierno que más pareciera ser parte del problema, que amplía la debilidad del Estado, que de la solución. Con esta problemática estamos cerca del abismo por la incapacidad institucional y por la poca presencia ante los programas fundamentales que debe de resolver como la educación, la salud y la alimentación. Los programas de gobiernos no atacan los problemas centrales. Por ejemplo, Jimy Morales llegó a ser presidente únicamente atacando la corrupción. Se olvidó de los más pobres, necesitados y hambrientos. Su perfil de estadista lo dejó guardado mientras que le vendía una falsa imagen a los sectores que ostentan el poder. Por lo que hechos como estos no deben ser sorpresa para nadie. Ni para los medios de comunicación que también comparten el poder político y económico. Para ellos esta es una noticia más que le garantiza su subsistencia económica. Qué se puede esperar de todo esto. Posiblemente nada. La historia continua, se repite y repetirá de la misma manera al infinito.   

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Ignacio EspañaComentario