Invasión blanca, en la frontera sur de Estados Unidos de América por Julio Hernández Estrada
Donald Trump, inventa una crisis de seguridad, una invasión de migrantes del sur del Rio Bravo, para iniciar y fortalecer su campaña de reelección del año 2020. Este presidente número 45, ha hecho lo indecible, para salirse con la suya, solventar una crisis personal, y generar miedo a los votantes duros, pero ya no provoca miedo, sino lastima y desasosiego. La batalla legal, por desactivar al presidente de sus malas decisiones, ha iniciado. Sin embargo, en la frontera sur, especialmente en el paso “Los Algodones” en el vértice de tres estados de la frontera norte, una invasión diaria, se lleva a cabo. Largas colas de ciudadanos estadounidenses y canadienses, buscar cruzar la frontera desde temprana hora, intentando pasar al lado mexicano, para atender citas con dentistas mexicanos, que están localizados, del otro lado de la frontera, por años. Existen en ese poblado, más de 300 dentistas, esperando a las hordas de pacientes blancos, del otro lado de la frontera. Los servicios profesionales, especialmente los médicos, han sido un baluarte en la franja fronteriza más grande del mundo, donde las transacciones comerciales, arrojan cantidades estratosféricas de dinero. Los oftalmólogos, también esperan pacientemente, en sus clínicas, el arribo de contingentes, galopando a primera hora, para abarrotar las clínicas, y hacerse los exámenes para corrección de la visión. La compra de lentes y anteojos, también es una necesidad, de poblaciones que habitan al otro lado del muro del presidente Trump. Estos consumidores y pacientes, son capaces de brincarse la barda, con tal de hacerse un examen médico. Los servicios legales, de abogados, jueces, pastores y curas de iglesias, también esperan tranquilamente, la llegada de la estampida de buscadores de servicios de casamientos, divorcios, flores, música alegórica al evento. Tradicionalmente, en el sur de Estados Unidos de América, ha sido fácil, correr a toda velocidad, a la frontera sur, para oficializar, arrebatos del amor. Para jóvenes adolescentes, ir al sur, especialmente a Tijuana, constituye una tradición, para ser hombre, e iniciarse en los oficios del macho sureño. Visitar cabarets, idiotizarse de bailes eróticos, en el tubo, en la pista, en la barra, como el Bar del Coyote, etc.
Tomar tequila, hasta embrutecerse, en también un rito del macho estadounidense, que, en todos los territorios de la frontera sur, se suele brindar. Los litros de tequila, mezcal, cervezas y droga, esperan apaciblemente, la llegada del tropel de buscadores de alegría, experiencias esotéricas, y clientes regulares. La frontera sur, es una manera de ser, una tradición, una necesidad, que ningún presidente va a romper, interrumpir, cambiar. El paso de Donald Trump por la Casa Blanca, es como una ventisca en el desierto, como vientos fríos que soplan en el Desierto de Arizona y el Desierto de Sonora. Es como ver huesos de animales muertos por la deshidratación, en las dunas áridas de Texas, así esperan ver al presidente número 45, después de varios días de calor extremo, humeante y de temporada.