¿Podremos destruir el planeta más hermoso? por Cristóbal Pérez-Jerez

Hace ya unos 4,500 millones de años, surgió en el universo un planeta pequeño, azul, minúsculo y muy perdido en el espacio, la Tierra. Este pequeño mundo albergaría en algún momento el paraíso. Después de mucho tiempo, hará unos 3,800 millones de años, se produjo la creación, surgió la vida. Luego, hace 6 millones de años se empezaron a separar los humanos de los chimpancés. Para finalmente, dar lugar, hace 2 millones 500 mil años, al ser que iniciaría la destrucción del paraíso, la eliminación de la vida en la Tierra y la devastación de toda la belleza, apareció el tenebroso ser humano.


En uno de sus apoteósicos y poco efectivos estudios, el FMI, nos indica que ya es hora de poner en práctica los acuerdos internacionales para proteger lo que queda de vida en el planeta. https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=11119. Según el poderoso organismo, “el cambio climático es el gran reto existencial de nuestro tiempo.” La preocupación se incrementa pues los horrores del deterioro del clima ya afectan a todas las regiones del mundo. La amenaza es grave para los países de bajos ingresos, pero, también para los países desarrollados. “…se proyecta que, a finales del siglo, la temperatura mundial haya aumentado en 4 °C por encima de los niveles preindustriales, y que se produzca un aumento de riesgos irreversibles de colapso de los mantos de hielo, de inundación de Estados insulares con baja altitud, de fenómenos meteorológicos extremos y de escenarios de calentamiento climático fuera de control.”


Las amenazas no pasan indiferentes para nadie, el cambio climático provocado por la actividad humana es la fuente de la mayor amenaza del siglo XXI, que podría ser el último para la vida en este pequeño mundo. Ya hemos eliminado la mayoría de mamíferos, y están en riesgo de extinción el resto de animales y plantas. Para los “humanistas” es mayor problemas es “la propagación de enfermedades, el debilitamiento de la seguridad alimentaria y la reducción de los recursos de aguas superficiales y subterráneas renovables.” Que van a provocar, tarde o temprano, confrontaciones de limpieza étnica y genocidio en diversos lugares. ¿Podrá el humano revertir la tendencia y no eliminar más animales?, ¿podremos construir un mundo con un número de humanos reducido?, ¿tendremos corazón para permitir la vida natural de otras especies?, o seguiremos nuestra tendencia natural de destruir la vida y la felicidad de todos.


Yuval Noah Harari, un gran historiador, nos señala nuestra naturaleza destructiva. Pone un ejemplo: “La gran isla de Madagascar, a unos 400 kilómetros al este del continente africano, ofrece un ejemplo famoso. A lo largo de millones de años de aislamiento, allí evolucionó una colección única de animales. Entre ellos se contaban el ave elefante, un animal áptero de tres metros de altura y que pesaba casi media tonelada (la mayor ave del mundo) y los lémures gigantes, los mayores primates del globo. Las aves elefante y los lémures gigantes, junto con la mayor parte de los demás animales grandes de Madagascar, desaparecieron de repente hace unos 1.500 años… precisamente cuando los primeros humanos pusieron el pie en la isla.” La gran isla de Madagascar, a unos 400 kilómetros al este del continente africano, ofrece un ejemplo famoso. A lo largo de millones de años de aislamiento, allí evolucionó una colección única de animales. Entre ellos se contaban el ave elefante, un animal áptero de tres metros de altura y que pesaba casi media tonelada (la mayor ave del mundo) y los lémures gigantes, los mayores primates del globo. Las aves elefante y los lémures gigantes, junto con la mayor parte de los demás animales grandes de Madagascar, desaparecieron de repente hace unos 1.500 años… precisamente cuando los primeros humanos pusieron el pie en la isla.” (Homo sapiens).


En tono irónico nos dice que hay buenas noticias, ante las amenazas reales, se han inspirado respuestas multilaterales más conscientes. Por ejemplo, “190 agrupaciones presentaron estrategias climáticas para el Acuerdo de París de 2015, y prácticamente todas estas estrategias contenían algún tipo de compromiso de mitigación” de los daños irreversibles. En tono cínico el Fondo afirma, “es el momento de pensar de forma realista sobre la manera de cumplir estos compromisos”. Allí está la bancarrota, el humano piensa solamente en el corto plazo, en la satisfacción inmediata de sus necesidades, en el consumo masivo de bienes lujosos. De tal suerte, que no parará hasta poner en peligro la vida masiva de los propios humanos, cuando ya no existan otros seres vivos.


La mejor propuesta del Fondo es poner un precio justo al consumo del carbono. Allí reside el cinismo humano. Nuestro sistema de mercado, y no existe otro posible, el socialismo marxista fue un fracaso en este y otros temas, es un sistema que solamente puede decir al agonizante planeta: te vamos a degradar, pero pagaremos el precio. Es decir, las empresas del mundo, y el humano que las acompaña, dice contamina y destruye el planeta, asesina todas las demás especies, siempre y cuando pagues el precio justo.


Un ser humano completamente desquiciado. Decimos, “Existe un consenso creciente de que la fijación de precios del carbono, esto es, la tarificación del contenido de carbono de los combustibles fósiles o sus emisiones, es el instrumento individual de mitigación más eficaz. Ofrece incentivos generalizados para la reducción del consumo de energía, el uso de combustibles más limpios y la movilización del financiamiento privado.” Como el Fondo, uno de los organismos con pensadores más caros del mundo, pueda decir semejante simpleza, usted puede seguir destruyendo el planeta y las condiciones de vida en este pequeño planeta, siempre y cuando pague el precio adecuado. Con esta forma de pensar comprobamos que no existe esperanza para la creación con el ser humano al mando.


Una línea de solución utópica es detener el cáncer. No se puede permitir que los humanos lleguemos a ser 8 mil millones de habitantes en este riesgoso mundo, el ser humano tiene que ser consciente que para proteger la vida en el planeta hay que reducir la cantidad de humanos en forma planificada y equitativa en todo el mundo.


O, disfrutar sus últimos momentos.

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Ignacio EspañaComentario