Olmedo España - ¿Es posible acabar con la corrupción?
En el año 1368 Zhu Yuanzchang “se proclamó emperador en Yingtianfu y eligió el título de Ming para su reinado y en lo personal adoptó el nombre de Ming Tai Zu”.
Este personaje de la historia China lo traigo a colación, porque fue uno de los rebeldes que encabezaron un movimiento campesino en contra de la dinastía Yuan, por considerar a éste, como un gobernante corrupto e incapaz quien incidió en el atraso económico, hasta alcanzar un retroceso social de la magnitud de ingobernabilidad, lo cual generó un levantamiento que terminó por derrotarlo.
El sucesor del gobernante corrupto, después del triunfo del movimiento campesino, promovió la agricultura y regaló tierras a los agricultores, hasta lograr grandes cultivos, tales como la producción de algodón y lino, entre otros. Se destacó en las construcciones hidráulicas que fueron importantes para el desarrollo y bienestar social.
A su vez, acordó “leyes muy severas y crueles a través de las que impuso duros castigos a funcionarios corruptos y generales despóticos y vanagloriosos. Ello sentó buenas bases para la consolidación de la dominación de la corte de la dinastía Ming”. Fue quien logró “la gran empresa de la unificación del país, un proceso que le llevó casi dos décadas”.
Increíble, pero cierto. Después de tantos siglos de distancia con este retazo de la historia China, en Guatemala pareciera que vivimos en una condición a la que Ming derrotó. Pervive el atraso, la desintegración social y la corrupción golpea todos los rincones de la sociedad. Y frente a estos hechos, surgen ahora las voces de los posibles candidatos a participar en el próximo proceso electoral, pretendiendo con sus discursos políticos poco elaborados y vacíos de contenido, como si fuesen sueños de opio. El tema de la corrupción lo han convertido estos personajes de la política nacional, en un discurso de moda, porque es la forma de esconder su propia culpabilidad.
Es un hecho que la corrupción no podrá ser derrotada a pesar de los grandes esfuerzos de los que sincera y abiertamente, luchan contra ella, hasta tanto no se tome en serio y se actúe con severidad contra los funcionarios corruptos, tal y como lo hicieron los gobernantes de la dinastía Ming. Es necesario en este sentido, acabar con este cáncer, pero a la vez, todo este quehacer por la moralización del Estado, debe acompañarse de una voluntad política capaz de ordenar y cohesionar un país desintegrado social, cultural y económicamente, para encontrar los caminos que atajen la desigualdad que viabilice la construcción de una sociedad feliz.
Los campos se deben llenar de cultivos y de verdor. La economía deberá ser más que pujante para dar sostenibilidad social. El turismo deberá atraer a las personas para el disfrute del “ocio creador”. La innovación tecnológica deberá acompañarnos para mejorar los procesos productivos. Las escuelas deben ser preciosas y la niñez saludable, juguetona, imaginativa e inteligente. Los padres deberán contar con un empleo digno y los jóvenes arrullar sus sueños de prosperidad y vida.
Habrá que triunfar contra el desencanto que es tan profundo, el cual ha logrado que aparezca la frustración insoportable e incertidumbre en cada uno de los ciudadanos de a pie en este hermoso país en su naturaleza y su rica diversidad cultural.
El grito por combatir la corrupción, que hasta hoy sólo se ha quedado en eso, en grito, en voces que no encuentran eco, porque no hay leyes severas, ni jueces que respalden esta esperanza de vida limpia. Debemos superar en la sociedad el desencanto y el desenfado, con liderazgos sociales que nos hagan creer que en verdad es necesario un Estado no corrupto con nuevas ideas, brillo y vigor juvenil que oxigene nuestros anhelos por una vida con dignidad.