Juan Alberto Castañeda Juárez - Sentir o pensar
La frase de Horace Walpole “La vida es una comedia para aquellos que piensan, una tragedia para aquellos que sienten” se puede aplicar en Guatemala de manera invertida “para los que sienten, la vida es una comedia; para los que piensan, la vida es una tragedia”, esto de cualquier forma en que se mire nos plantea una disyuntiva existencial entre el sentir y el pensar.
Vivimos tiempos del fin del mundo diría mi abuela, al observar las transformaciones que ha tenido la sociedad en los últimos años del siglo 20 y en los primeros años del siglo 21. Pero hay situaciones que no han cambiado para bien sino para mal.
En la Guatemala post revolución de octubre se planteó un reposicionamiento de la oligarquía y sus adláteres el factor político, religioso y el militar, en el marco de la guerra fría y se diseñaron estrategias tan inhumanas que en cualquier país civilizado seria causa de vergüenza. Una de estas estrategias fue dirigida a la educación del país y no era otra cosa más que mantener en la mayor ignorancia al pueblo y que la educación escolarizada que se le brindaría seria de pésima calidad. Partían de la premisa de que siendo ignorantes no conocerían sus derechos y por lo tanto no pelearían por ellos. La consigna era menoscabar la calidad educativa en todos sus componentes, empezando por el maestro, su formación cultural y pedagógica iría de más a menos.
Se tenía que tomar en cuenta lo dicho por Lord Brougham “La educación es algo que hace a las personas, fáciles de dirigir, pero difíciles de manejar, fáciles de gobernar, pero imposible de esclavizar”. El camino era hacer lo posible por llegar a la mínima expresión de la calidad de la educación, para que el pueblo fuera fácil de dirigir, de manejar, de gobernar y de esclavizar.
Así también poco a poco fue deteriorándose la infraestructura, la inversión en textos, en alimentación, en la formación inicial docente y en la formación en servicio. El culmen seria privatizar la educación.
Hemos llegado tan lejos que tenemos a un magisterio que no tiene noción de lo que sucede en el país, parece que vivieran en un mundo raro como diría José Alfredo Jiménez, ajenos a todo lo caótico de nuestra sociedad, sin inmutarse y sin comprometerse con su formación cultural y pedagógica menos con la de los alumnos a su cargo.
Pienso que ignoran que en el país hay millones de personas que no saben leer ni escribir, que el déficit de escuelas es de más de 10 mil, que la cobertura educativa viene en caída libre, que en 10 años ha disminuido en 20 puntos porcentuales, que más de 3 millones de niños, niñas, adolescentes y jovenes están fuera del sistema escolar, que el 50% de los niños de 0 a 5 años esta desnutrido y que eso incide directamente en su aprendizaje, que más de 6,800 escuelas no tienen fluido eléctrico, que solo el 8% tiene acceso a la tecnología, que el 0.68 tiene acceso a internet, por eso el índice de innovación global informa que de 141 países registrados en el informe, Guatemala se sitúa en el puesto 101 convirtiéndolo en uno de los menos innovadores.
Para entender un poco mejor analicemos este indicador: de cada 100 maestros que se someten a la prueba diagnóstica de matemática para optar a una plaza en el Ministerio de Educación, 6 aprueban y de cada 100 que se someten a la prueba de lenguaje 28 aprueban, con el agravante, de que el contenido de la prueba es de sexto grado de primaria. Pienso que ahí está la génesis.
Se logró lo planificado por los factores de poder. Por eso entiendo que los docentes no piensan la vida sino la sienten. Para ellos la vida es una comedia donde realizan el papel de maestros en la obra de teatro llamada educación.
No se tiene conciencia del daño que se le hace al país con esa actitud. En ese sentido dice Herbert Mead: “Somos conscientes cuando lo que vamos hacer, controla lo que estamos haciendo” por eso pienso que los docentes no son conscientes de su actuar porque no piensan en la tragedia que vivimos como pueblo y encuentran placentero suspender clases por uno o dos meses, capturar las Direcciones Departamentales de Educación y detener los procesos técnico-administrativos de todas las comunidades educativas a nivel nacional, salir a manifestar cada vez que lo ordena el secretario general del sindicato y a pernoctar en la plaza de la Constitución donde llegada la noche se convierte el escenario en una discoteca ambulante y a gozar todo mundo.
Los guatemaltecos quisiéramos tener docentes que pensaran la vida y adquirieran el compromiso de liberar al pueblo por medio de la educación. Si no hay una educación liberadora no hay cambio. Paulo Freire así lo sentencio en su libro <La educación como praxis de libertad>: “la educación es praxis, acción y reflexión para transformar el mundo que nos rodea”. Pero para ello tendrían que liberarse ellos primero. Nadie da lo que no tiene.
En su libro <Educación y Revolución> Fidel Castro escribió: “Los que enseñan la verdad preparan a los pueblos para comprenderla, los que enseñan la mentira preparan a los pueblos para engañarlos”. En estas condiciones el maestro en su zona de confort, inconscientemente, no es más que un cómplice de la oligarquía que manipula la práctica de la dominación para mantener el estatus quo.