Juan Alberto Castañeda Juárez - El nuevo liderazgo político
Dice el diccionario que la palabra liderazgo define a una influencia que se ejerce sobre las personas y que permite incentivarlas para que trabajen en forma entusiasta por un objetivo común. Quien ejerce el liderazgo se conoce como líder. El liderazgo es la función que ocupa una persona que se distingue del resto y es capaz de tomar decisiones acertadas para el grupo, equipo u organización que preceda, inspirando al resto de los que participan de ese grupo a alcanzar una meta común.
En Guatemala hemos tenido ciudadanos que se identificaron por su gran liderazgo social y político como el Doctor Mariano Gálvez, el Doctor Juan José Arévalo, Manuel Colom, Oliverio Castañeda de León, entre otros, definidos por su entrega a causas de justicia social, lucha por la democracia y la libertad como valores preeminentes para los guatemaltecos.
El conflicto armado interno que vivió nuestro país sirvió como la excusa ideal para que sectores retrógrados de la sociedad pudieran impunemente terminar con el liderazgo sociopolítico por medio del exilio, el secuestro, la ejecución extrajudicial, la tortura y el asesinato selectivo de profesionales, estudiantes, obreros y campesinos que lucharon un día encendidos en patrio ardimiento por tener una patria más justa, equitativa, solidaria y democrática.
Luego de la barbarie de las dictaduras militares de los años sesenta, setenta y ochenta la mediocridad asumió la conducción del país y a eso se debe que tengamos un Estado nacional y sus organismos judicial, legislativo y ejecutivo cooptados por estructuras criminales que se han beneficiado del latrocinio, corrupción e impunidad.
Lejos están esos días en que los líderes de nuestra sociedad en un momento de retórica en la “Concha Acústica”, la Universidad de San Carlos o en cualquier foro cívico, planteaban con claridad intelectual el diagnóstico de nuestros principales problemas, su génesis, sus responsables y la forma lógica de solucionarlos. Sin la clásica demagogia de los pseudo líderes de estos tiempos posmodernos.
Es por ello que desde que dio inicio el proceso de transición a la democracia con la promulgación de la Constitución Política en 1985 los guatemaltecos hemos mantenido un pensamiento mágico y no político, como lo plantea Paulo Freire, relacionado a la creencia mesiánica de que los líderes políticos en la actualidad serán los que vendrán a solucionar todos nuestros conflictos cada cuatro años. Y como hemos sido engañados con el discurso demagógico, al lograr la presidencia, la diputación o la alcaldía estos pseudo líderes se dedican a cualquier cosa menos a solucionar la problemática existente, profundizando aún más las contradicciones entre gobernados y gobernantes, entonces situamos nuestra esperanza en el próximo grupo y así sucesivamente hasta llegar a la crisis de gobernanza y gobernabilidad que hoy día padecemos como consecuencia de haber puesto la esperanza en un freelance que vendía plátanos y como resultado de esa equivocada decisión podemos decir que, “salimos del fuego para caer en las brasas”.
La realidad es que cerca de finalizar la segunda década del siglo veintiuno no tenemos líderes sociales ni políticos, y esto es peligroso para un pueblo desesperado por la falta de oportunidades y la falta de certeza en un futuro mejor.
Preocupa que a escasos meses para la convocatoria a elecciones exista un vacío del quehacer político. Probablemente participaran treinta partidos políticos pero la población no confía en sus dirigentes. Reconstruir el tejido sociopolítico de nuestra sociedad será una tarea de grandes proporciones que quizás se lograra con la participación de muchos guatemaltecos que estén interesados en salvar al país de la crisis en la que se encuentra.
En estos últimos tres años, observamos precisamente la falta de un líder o de varios líderes que en estos tiempos de perplejidad puedan servir de referente por sus virtudes para guiar un proyecto de Nación. El país está a la deriva, no tiene dirección producto de no tener una planificación. El gobierno trabaja por inercia y su característica más significativa es la anomia administrativa o las ocurrencias de los funcionarios en el día a día debido a su falta de capacidad, idoneidad y honradez.
Ante ese desolador escenario los ciudadanos sentimos la necesidad de que surjan líderes transformadores. Que sean una guía para el ciudadano de a pie, orientadores hacia el bien común, promotores de consenso, articuladores de ideas, motivadores que incuben en la ciudadanía el virus de la esperanza, representantes de la nueva forma de hacer política.
Es el momento de dejar de pensar en un mesías enviado por Dios para liberar al pueblo del estatus quo, es el momento de pensar en equipos de mujeres y hombres probos, capaces, y con competencias específicas para las distintas áreas de gobierno que les permita ser facilitadores de procesos y de llevar soluciones a los problemas más ingentes que golpean a nuestra sociedad y nos permitan encontrar las mejores vías para el desarrollo.
Una condición es que los guatemaltecos debemos practicar la ciudadanía activa, como dijo Mahatma Gandhi: “Nosotros hemos de ser el cambio que deseamos ver en el mundo".