Giovanni Tobar por Apuntes sobre la agricultura climáticamente inteligente
Guatemala está catalogada como uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático, ello obliga a una adaptación obligatoria a nuevas prácticas que minimicen sus impactos en las diversas actividades socioeconómicas. En función de ello, desde hace algunos años se viene introduciendo el concepto de agricultura climáticamente inteligente (CSA), por sus siglas en inglés, la cual pretende mejorar la capacidad de los sistemas agrícolas para prestar apoyo a la seguridad alimentaria, e incorporar la necesidad de adaptación y las posibilidades de mitigación en las estrategias de desarrollo agrícola sostenible.
La CSA propone enfoques más integrados en relación con los desafíos fuertemente interrelacionados de la seguridad alimentaria, el desarrollo y el cambio climático, con el fin de ayudar a los países a determinar las opciones que les suponga un beneficio máximo y cuyas ventajas comparativas deban ponderarse. Así mismo reconoce que la materialización de las opciones dependerá del contexto y la capacidad de cada país, así como de su acceso a una información más completa, la armonización de las políticas, la coordinación de los acuerdos institucionales y la flexibilización de los incentivos y los mecanismos financieros.
En países como Guatemala, en los cuales aún existen economías agrícolas de subsistencia, los pequeños productores y las comunidades indígenas se encuentran entre los más vulnerables a los efectos del cambio climático. Los eventos meteorológicos extremos, los brotes de plagas, las sequías y las temporadas de cultivo más cortas desestabilizan a las comunidades agrícolas locales y comprometen su resiliencia ante los desastres climáticos.
Un claro ejemplo de lo anterior es la roya del café — un destructivo hongo que ataca los cafetos y que ha causado grandes estragos en varias regiones de Guatemala y Honduras.
Esta problemática, relacionada con el cambio climático, plantea uno de los múltiples desafíos a los cuales este sector se enfrenta hoy en día. Así mismo debe plantearse las grandes cantidades de bosque que anualmente se utilizan para el secado de granos y frutas. Se estima que solamente en Guatemala en cada cosecha de cardamomo se utilizan más de 500 hectáreas de bosque, lo cual está agregando una presión a los ecosistemas que redunda en una pérdida de la masa boscosa del país con sus respectivas consecuencias.
Organizaciones como Rainforest Alliance, plantean que un 80% de la deforestación en el mundo es impulsada por la expansión agrícola, así mismo que la conversión de bosques a tierras de cultivo produce emisiones significativas de gases de efecto invernadero. Según esta organización aproximadamente la mitad de las emisiones de metano y óxido nitroso del mundo provienen del ganado y del uso de fertilizantes nitrogenados
Con la actual tasa de crecimiento poblacional, Guatemala podría tener para el 2025, unos 20 millones de habitantes, ello aumentara la presión en la producción de alimentos, combustible, así como la expansión agrícola, por lo cual el gobierno desde la cartera del Ministerio de Agricultura, las universidades y las cámaras empresariales deben seguir promoviendo con mayor eficiencia la aplicación de prácticas climáticamente inteligentes en los diversos productores agrícolas del país.
Lo anterior se hace indispensable para que tanto pequeños, medianos y grandes productores puedan proteger los ecosistemas nativos para mantener los suelos saludables, así mismo reducir el uso de energía, agua y agroquímicos.