Olmedo España - El Nuevo Docente que Requiere la Sociedad
Siendo que la “buena educación es un empeño social”, como señala Fernando Savater, la presencia del docente resulta ser clave para alcanzar niveles de excelencia en la que se despierten inteligencias e imaginarios constructivos de los “aprendientes”. De ahí que “el perfil de los maestros que pueden lograr la transformación que requiere el sistema educativo exige un alto compromiso hacia ellos mismos y hacia la comunidad escolar, como bien lo señala David Casares en su libro Líderes y educadores. No es una tarea fácil, de medio tiempo o de entrega incompleta. Exige una opción de vida y una forma permanente de ser dentro y fuera de la escuela”.
Resulta orientador, para comprender de una mejor manera cuales son los caminos a seguir para formar a los docentes. Entender lo que Casares afirma en cuanto que “el papel más importante del nuevo maestro será el de filósofo en el sentido epistemológico y pragmático del término; es decir, el amigo de la sabiduría, el que se hace las preguntas básicas del bien vivir, el que se pregunta sobre lo importante y lo prioritario para lograr la plenitud humana; el que se pregunta sobre la relación entre el progreso, la técnica y el ser humano, el que vive una búsqueda intelectual y existencial de la felicidad, el bien, la belleza, el gozo, el placer, la plenitud y la trascendencia”.
Sin lugar a dudas este es el ideal de ser docente y es lo que debe estar a la base de los fundamentos filosóficos de los programas que se llevan a cabo en los centros de formación docente. Si esta consideración no es tomada en cuenta como el hilo conductor que arranca desde la arquitectura de tales programas, seguramente no se lograría alcanzar el propósito de un ideal educativo, entendido este, como lo vislumbra Hugo Assmann que “la educación se enfrenta a la apasionante tarea de formar seres humanos para quienes la creatividad y la ternura sean necesidades vitales y elementos definitorios de los sueños de felicidad individual y social”.
Assmann se pregunta “¿ser educador o educadora es aún una opción de vida que entusiasma? ¿Se puede hablar de fascinación de la educación sin pecar de ingenuo? En el mundo actual, tal privación de educación es una causa innegable de muerte. Nadie encuentra un lugar bajo el sol en la sociedad del conocimiento sin una flexibilidad adaptativa. El mundo se está transformando en una trama compleja de sistemas de aprendientes. Hablar hoy día de nichos vitales –y no hay vida sin ellos- significa hablar de ecologías cognitivas, de ambientes que propician experiencias de conocimientos”. Efectivamente, esta es la gran pregunta cuando nos percatamos que hemos entrado a nuevas realidades en donde todos somos “aprendientes” y por tanto la escuela, tal y como lo entendemos en el sentido clásico, pierde su impronta en la formación de nuevas visiones y de nuevas capacidades. La cuarta revolución ya le ganó el terreno de su acción y los docentes cada vez están más disminuidos con sus formas obsoletas de privilegiar la enseñanza, antes que el aprendizaje.
El aburrimiento de los alumnos se ha convertido en la cotidianeidad del aula, porque ellos, tienen acceso a otras formas de aprender e incorporar a su vida esa multiplicidad de información que circula en las redes virtuales. Los docentes hasta hoy no han comprendido, porque además el mismo sistema educativo también los inhibe, que el mundo marcha a una velocidad y ellos en su aula, aún persisten en formas decadentes de procesar los saberes. Hoy no sólo se trata de revalorizar y de la redignificación salarial, sino de colocarse al centro como los nuevos líderes de avanzada educativa en la que se supere la mediocridad y el estancamiento pedagógico, porque la vida misma es un proceso permanente de aprendizajes.
No se puede tapar el sol con el dedo, ante la avalancha sin precedentes de la revolución tecnológica y la necesidad de fortalecer los aprendizajes matemáticos, comprensión de lectura y formación ciudadana. El docente hoy día tiene entre sus manos la inmensa tarea de hacer todo esto, pero sobre todo, ser uno de los sujetos que posibilite la construcción de una sociedad, en la que cada día se rompan los cristales de la comprensión humana. Por ello, esas preguntas profundas de Leonardo Boff “¿Cómo educar? ¿Cómo aprender?, porque, se aprende no sólo con el cerebro ni sólo en la escuela. Se aprende durante toda la vida y mediante todas las formas de vivir”.