Juan Gregorio - Motivo para Vivir
Toda persona normal tiene un motivo para vivir, y ese motivo para vivir energiza la voluntad para esforzarse por él. Pero, si ese motivo para vivir falla, causa un shock en la mente que paraliza todo razonamiento y hace a la persona impotente para soportarlo. Algunas personas se enferman, y si es posible, los lleva hasta la muerte. Por ejemplo: un amigo, su motivo para vivir era su familia. Su esposa era el complemento idóneo para su vida. Y tenía unos hijos bellísimos. Cuando regresaba del trabajo en la tarde, corrían sus niños a recibirlo con un abrazo fuerte. Su esposa también lo recibía con un beso de amor. Pero cuando estos niños crecieron, no se sabe que fue lo que falló, su esposa y sus hijos se voltearon contra él, lo aborrecieron y lo abandonaron. Toda su familia, que era el motivo más preciado de su vida para vivir, se desmoronó en un día. El cayó en depresión al punto de la desesperación. Se enfermó y murió.
Otro amigo, su motivo para vivir eran sus negocios. Llegó a acumular una buena fortuna. Vivía bien con su familia. De repente, hizo un mal negocio, gastó todos sus ahorros, y llegó al punto de la quiebra. Y en medio de su desesperación, buscó refugio en el licor, tomaba todos los días sin control. Al término de un mes, murió.
¿Te pasa a ti algo semejante? ¿Tu motivo para vivir se te ha desmoronado? ¿No encuentras otro motivo para vivir que levante tu espíritu para comenzar de nuevo y seguir adelante, y sientes como si las estrellas mismas pelearan contra ti? Detente un momento y medita, no todo está perdido todavía, busca a Dios.
Esto es lo que han hecho otros hombres y les ha funcionado de maravillas. Por ejemplo: el rey David, quien fue el segundo rey de Israel, mil años antes de Cristo; ordenado rey por Dios y por su pueblo, cuando todavía era un adolecente. Pero, antes que tomara el poder, al rey Saúl le agarró un odio terrible en contra de él por envidia, a pesar de que David había dado muerte al gigante Goliat, y había liberado a Israel de la amenaza de sus enemigos, los filisteos. Dos veces le lanzó su espada con la intención de enclavarlo en la pared. Gracias a Dios, él pudo esquivar la espada esas dos veces. David tuvo que salir huyendo, porque el rey Saúl lo persiguia por los montes y por el desierto. Muchas veces David tuvo que esconderse en cuevas, soportando desvelos, hambre, calor, frío y sed. Esta persecución de Saúl contra el joven David no tardó una semana, ni un mes, ni un año; tardó muchos años hasta que Saúl murió.
Como si eso fuera poco, cuando David ya era adulto y tenía su familia, su hijo Absalón se convirtió en su enemigo feroz. Se hizo de un ejército grande para usurparle el trono. El rey David tuvo que salir huyendo otra vez, al punto que tuvo que refugiarse en el desierto de nuevo. No fue sino hasta que Absalón murió, que el rey David pudo regresar a Jerusalén, y reinstalarse en el trono de Nuevo.
¿Cómo fue que David pudo soportar tanto sufrimiento? Todo lo que él sufrió era suficiente para haberse enfermado y morir acosado por la angustia y la desesperación que le causaban sus adversarios. Adversarios tan cerca de él como su propia familia. Lo que él hizo fue aferrarse a su motivo para vivir que es más grande que todos los motivos para vivir de esta tierra. Su motivo para vivir era su confianza en Dios. Cuando estaba en la angustia más terrible, él clamó a Dios y fue liberado. En el Salmo 40:1, 2 y 3, recordando la liberación de Dios en el tiempo de su angustia, dice: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagozo; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová.”
Si estás pasando por una angustia terrible, que te quita el sueño y el apetito, no está todo perdido, aun hay solución; aférrate al motive para vivir más grande que existe en la tierra, y es: la confianza en Dios. Dios te ayudará a salir de esa crisis y serás feliz de Nuevo. Toma el ejemplo del rey David, él se aferró a su confianza en Dios y Él lo sacó de esa crisis. El profeta Isaías dice: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).