El desafío de la destrucción por César Sagastume

El deterioro ambiental, rompimiento de las estructuras sociales, antivalores y el irrespeto a la normativa constitucional, son prácticas diabólicas que minimizan la vida humana.


El género humano afronta la era de cambios rápidos en la tecnología, naturaleza y el comportamiento humano, en donde el razonamiento de la conciencia va de más a menos, una era en donde el sentido común de la convivencia de amor y paz se está extinguiendo, como un desafío  al exterminio del planeta tierra y la especie humana, por lo que podemos considerar que el ser humano es el actor central del drama que se ha empeñado en terminar con la vida en el planeta.


En el transcurrir el tiempo este actor se hace más soberbio, se mantiene diseñando el reto diabólico de la destrucción del ambiente; de la vida de la flora y fauna, rehuyendo a interpretar que  los ecosistemas creados por el divino son perfectos, que la ambición del poder y la riqueza hacen que se convierta maliciosamente en el agente principal de la destrucción humana.


Los principios morales de las estructuras sociales se han venido formando durante la historia de la humanidad para ser la razón perfecta en la convivencia terrenal; pero, la avaricia, la testarudez de los hombres, los ha convertido en los seres que rompen con los principios del conocimiento de  la teoría creada por sociólogos, teólogos, filósofos y antropólogos que se han preocupado por la búsqueda de mantener el comportamiento ideal del ser humano, tal y como Dios lo creo, para mantener el respeto y el amor entre el género humano para disfrutar la belleza de la vida en el planeta.



La desobediencia de no querer acatar las normas morales que tienen su origen en los mandamientos divinos, que en diez principios encierran el comportamiento ideal para hacer realidad  la convivencia de paz.  A pesar que las luchas de los grupos sociales han proliferado para lograr que los tiranos, déspotas y dictadores se empecinen en crear la opresión y mantener silenciados,  promoviendo las luchas que han provocado la muerte, por no estar de acuerdo con los principios de igualdad y fraternidad, con el propósito de mantener el poder y la riqueza que corroe al hombre mismo que los envuelve con  la necedad de intentarlo una y otra vez.


Al hacer la cronología de los ciclos evolutivos del hombre desde la era primitiva, hasta la contemporánea, los grupos humanos han venido formando sus grupos sociales dando origen  las leyes para la convivencia y organización que les permita vivir en condiciones en donde no exista el sufrimiento y vivir en condiciones adecuadas que satisfagan las necesidades básicas.


Lo anterior nos lleva  a comprender que esos gestos diabólicos de la autodestrucción de la vida,  obliga a reflexionar que esas directrices perversas creadas por los genios del mal inviten a reaccionar y conciliarse con los principios cristianos para poder detener la avalancha destructora que cada vez se apodera del hombre.


Si miramos el horizonte, encontramos una réplica de actitudes desafiando a la autodestrucción, considerando que cuando el hombre se endiosa, creyendo que del poder  la riqueza es lo máximo, y quiere interpretar las leyes a su manera, es cuando cuestionan los principios de la espiritualidad divina, es cuando no respetan las leyes naturales de los ecosistemas, sea por ignorancia, soberbia o por la ambición, consideran que ya ganaron la batalla de la autodestrucción y que han llegado a la recta final, que no comprende que es la extensión de la propia vida.


Es hora de doblar rodillas e inclinar la cabeza y pedir perdón al creador que crió con tanta perfección cada ser que existe sobre la tierra, y principiar a enarbolar  la creencia de su divinidad y volver a comenzar a atender sus mandatos, respetando y dejándonos guiar para reinventar nuestro comportamiento y evitar la autodestrucción.

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