Salida en falso, elecciones en Guatemala por Cristóbal Pérez-Jerez
Con la alucinante cantidad de 24 parejas de candidatos inició la campaña electoral en Guatemala. ¿Qué significa este proceso para Centroamérica?, ¿Qué puede esperar el pueblo de Guatemala?, ¿Se podrá torcer el destino y orientar al país hacia la democracia, el bienestar de la mayoría y el respeto de los derechos humanos? Tetis no ha podido proteger a Guatemala de sus talones débiles. Una aristocracia empresarial, divorciada de la competencia y la eficiencia, y que vive en el Olimpo, con privilegios de casta. Una fuerza armada abrumadora y una religión sin orientación de valores.
El pueblo de Guatemala esperaría que el binomio ganador pueda enfrentar el reto de sacar a Guatemala de la lista de peores indicadores económico-sociales de América, que es lo mismo que decir, del mundo y que Guatemala por fin ponga las bases para la construcción de una república democrática. A la par de Uruguay, Costa Rica, Chile y Panamá.
En Guatemala está pendiente la construcción de la nación. Un país que crece económicamente a un ritmo estable de más del 3% anual, y que no puede garantizar el bienestar de la mayoría, es una sociedad en permanente confrontación y sufrimiento. Más del 60% de los chapines es pobre. Casi el 30% analfabetos. Un primer reto es evitar la volatilidad política perpetua. Al existir una miríada de fracciones legislativas, una presidencia siempre investigada por corrupción y la sospecha de que el PIB está financiado por un alto segmento de lavado de dinero, la política nacional no funciona como catalizador de las diferencias sociales y generador de encadenamientos que permitan que la mayoría tenga esperanzas de escalar en lo social para tener un futuro mejor.
El país tiene que romper el latifundio, permitir la entrada de miles de pequeños y medianos empresarios en la tierra, el comercio y la industria para generar mercados competitivos eficientes. Las reformas a la propiedad son fundamentales. El gobierno no responde a una nación cohesionada por intereses comunes, y fortalecida por relaciones de producción competitivas. El gobierno responde más a una especie de pandillas, conformadas por cámaras empresariales que consumen el que debiera ser gasto de inversión, y en la burocracia conviven escritores, abogados, funcionarios y rentistas que no provocan inversión productiva. Al ser un país cuasi-pedigüeño internacional, vive de las remesas, y se acostumbra al consumo y no la producción. Bandas de jóvenes, que reciben remesas constantes no tienen interés por el trabajo ni el estudio.
Es fácil el discurso populista, que vive del clientelismo y la dirigencia de tránsfugas, que no generan un proyecto nación con visión de Estado de largo plazo. En este sentido es indispensable orientar el gasto de la nación en aspectos sociales (educación y salud de calidad, para todos), así como generar inversión en infraestructura económica y social (puertos, aeropuertos, escuelas y colegios nuevos, laboratorios en todos los municipios).
El gasto social tiene que incrementarse, a la par de la generación de pequeñas y medianas empresas en todo el territorio. Es indispensable la salud preventiva, generar acceso a la salud, agua potable y servicios sanitarios para el 95% de la población.
Un reto adicional, indispensable, es sacar de la informalidad al trabajador guatemalteco. Solamente el 30% de la fuerza laboral está en el sector formal. El resto no tiene derecho, ni prestaciones. Hay que mejorar y fortalecer la educación técnica y profesional. Se tiene que legislar para distribuir capital entre las pequeñas y medianas empresas. Hay que fijar el salario mínimo en forma alta, para generar seguridad laboral, consumo y multiplicación en la economía.
Uno de los grandes riesgos es la corrupción desbocada y la impunidad promovida por quienes van a ser electos diputados y no dejan ningún margen de que algo cambie en esa dirección.
Al final, los riesgos para la sociedad guatemalteca apuntan a que ya se tocó fondo. Los grandes problemas de corrupción a todo nivel generan un país disperso, en donde las autoridades luchan, no por vender la ilusión de luchar contra la corrupción, sino que abren frentes abiertamente por buscar la impunidad. El sector empresarial no genera proyectos para absorber y generar mejoras para el resto de ciudadanos. En forma ridícula los dirigentes empresariales se jactan de su ascendencia de conquistadores. No leen para darse cuenta, que aunque no es cierta su afirmación filial, no sería nada de que estar orgullosos. Los últimos tres temas pendientes son el empoderamiento de la mujer como ser igual en deberes y derechos que el hombre; la protección del medio ambiente, garantizar a las otras especies el derecho a vivir en paz y en su entorno; y finalmente, elevar la recaudación fiscal de un penoso 12% del PIB hasta un 20%
Que nos traerá la contienda electoral. En Guatemala ni siquiera promesas ni ilusiones.