Juego de tronos en Guatemala po Cristóbal Pérez-Jerez

Aunque no parezca, faltan menos de dos meses para las elecciones generales de Guatemala. No se vive una fiesta electoral, usted no vive la euforia de la confrontación de ideas y proyectos. Gana el que logra que sus rivales principales sean vetados y no participen en la contienda. Y el pueblo, en general, se muestra indiferente al proceso.


Sin embargo, los principales actores saben que es lo que se juega. El futuro de una nación de 17 millones de habitantes, que viven en condiciones de un Estado capitalista-semifeudal, que no logra alcanzar los objetivos indispensables para construir una sociedad moderna: analfabetismo generalizado, pobreza, desnutrición, trabajos sin cualidades tecnológicas del siglo XXI, infraestructura atrasada, baja protección ambiental y de las especies en peligro de extinción y creciente presión por la emigración hacia el norte.


Las nuevas autoridades tendrán, les guste o no, que enfrentar esos retos y buscar soluciones viables y rápidas. Igual que en la temporada final de juego de tronos, ya no hay tiempo para discusiones. Las amenazas a la continuidad del Estado están tocando a la puerta, o se resuelven los problemas o el caos será mayúsculo. Ya no se puede vivir en la fantasía de la discriminación social y racial. Hay que buscar la unidad de la nación, por medio de proyectos de alfabetización y salud universales y de calidad, preparación para la cuarta revolución industrial como fuente del cambio tecnológico, protección extensa de bosques y animales protegidos en áreas naturales prohibidas al humano.


Una esperanza que se abre es la incorporación más activa de la mujer a la vida económica y política, así como la inclusión de poblaciones indígenas más activas.


Obviamente, en Guatemala una reforma estructural profunda del Estado es indispensable. Convertir, para empezar, al país en una nación unida con un mercado competitivo basado en miles o millones de pequeños y medianos empresarios; con una población educada, sana y bien alimentada; con redistribución de la tierra para generar mercados eficientes; con estrategias claras de protección ambiental, de la cultura maya y los recursos naturales.


No esperamos el asalto de una reina de la noche, pero sí un cambio de rumbo que genere nuevos planes económicos y sociales. ¿Quién ganará las elecciones? Esperamos que aquella candidata o candidato que logre llegar al corazón del votante con un proyecto de reconstrucción nacional.


Pero, no estamos seguros. Puede ser que los agentes de siempre, el llamado desde el púlpito, desde la seguridad, desde el machismo vuelva a reorientar los votos finales, de ser así los cambios podrían posponerse cien años más. ¿Cuánto nos durará la esperanza? Hasta la mañana siguiente, cuando sepamos sí las promesas de cambio son respetadas o no.


Hoy tenemos un actor que siempre sobresalió en las sombras, pero que esta vez puede participar más activamente. El embajador de la gran potencia. Tendrá claro que la inversión en armas, carros blindados e inteligencia militar no lleva a ningún lado. Apostará por una reforma del Estado que busque poderes más eficientes, orientados a objetivos de la democratización de la nación. Veremos como actúa este personaje, o se reforma el Estado y alcanza objetivos de bienestar para todos o las columnas de emigrantes seguirán creciendo hacia un norte desordenado. Como dice un personaje de Juego de tronos, “no sabemos sí habrá un después”.


¿Qué detendrá la emigración?, más importante que le dará a los guatemaltecos la fuerza para construir en su país. Bueno, como lo dijo Lawrence Harrison en su razonable “El subdesarrollo está en la mente”: sí el resultado electoral de junio vislumbra la esperanza de un trato justo, disponibilidad de oportunidades educativas de calidad para todos, con servicios de salud de calidad, alimentación que permita mayor estatura y esperanza de vida, estímulos a la experimentación y la crítica, equipamiento de habilidades para el trabajo. Entonces un nuevo mundo se abrirá en el país.


Será un sueño, no podemos esperar nada bueno. Vivimos en un siglo de cambios más acelerados. Se podrá reformar el Estado guatemalteco. Otro personaje de juego de tronos nos diría: “No sé, nadie lo ha intentado”.

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