Beatriz Villarreal - Las migraciones centroamericanas y la intolerancia de Trump
Según Umberto Eco en “Cinco escritos morales” - 1998- tanto Europa como Nueva York y los países latinoamericanos son resultados del mestizaje de culturas. Coexisten diferentes culturas. Las migraciones son como los fenómenos naturales, suceden y nadie los puede controlar. Las migraciones europeas blancas se dieron hacia el continente americano. Posteriormente se esparcieron, unas desde las costas del este hasta California y, otras desde las Islas Caribe y México hasta la extremidad del Cono Sur. Fundaron una nueva civilización a la cual los indígenas que sobrevivieron se adaptaron. Los migrantes cambiaron la cultura de las poblaciones autóctonas por unas nuevas a las que se les denominaron culturas postcoloniales. Las migraciones son fenómenos que nadie puede detener en las fronteras y que transforman radicalmente la cultura a la que llegan, del territorio que emigran. En el siglo veinte y veintiuno son flujos incontenibles de migrantes del sur hacia el norte de África y Medio Oriente hacia Europa. Los Indios de la India han invadido África y las Islas del Pacífico, entre muchos casos más.
Las migraciones latinoamericanas a Estados Unidos están atravesadas, desde su origen, por la intolerancia que es un problema profundo y peligroso por las raíces conservadoras sobre las que surgió esta intolerancia, que aún defienden los inmigrantes europeos protestantes y católicos en este país. En el mundo moderno para ser fundamentalista hay que dar por hecho que la verdad es el resultado de la interpretación de La Biblia según los protestantes. Y para los católicos está en la autoridad de la iglesia que es la que garantiza esta interpretación. La interpretación de La Biblia de los protestantes junto con la autoridad de la iglesia es la base del tradicionalismo norteamericano. El fundamentalismo se basa en la creencia de que ellos son los elegidos y privilegiados en la correcta interpretación de las Escrituras del mundo sagrado (y del profano). Ya que el integrismo político y religioso se convierte tanto en modelo de vida política y en fuente de las leyes del Estado. Esto hace que el fundamentalismo y el tradicionalismo sean en principio conservadores, en el sentido negativo, de imponerse y dominar a los otros. Imponiendo una interpretación literal de las Escrituras y las leyes. A esta creencia se le ha denominado y se ha conocido como lo políticamente correcto en Estados Unidos y en muchos otros países.
La intolerancia de Trump se plantea antes de cualquier doctrina. No tiene ninguna base teórica o religiosa. En este sentido puede afirmarse que tiene raíces biológicas. En su imaginario cotidiano recurre y utiliza las raíces de la superioridad bilógica de sus antepasados los blancos y anglosajones, que para Eco, se manifiesta como “entre los animales como su territorialidad”. Se funda en reacciones emotivas a menudo superficiales, es pura espontaneidad sin pensamiento. El que es intolerante es el que no soporta a los diferentes a él. Los califica de inferiores por muchas razones, por ejemplo, por tener otro color de piel -morena- (aunque se pinten ellos también el pelo de amarillo, como el señor Trump) o porque hablan una lengua que no comprenden. Según Eco para resolver esta conflictividad social por las consecuencias tan nefastas que provoca el racismo, es importante superar el trauma de la intolerancia con la educación desde niños, pues en la vida cotidiana “estamos expuestos siempre al trauma de la diferencia”.
Para Eco la intolerancia más peligrosa es precisamente la que surge de la ausencia de cualquier doctrina y que es fruto de impulsos elementales que dan origen a la intolerancia salvaje o irracional, al no tener bases objetivas y racionales, como es la demagogia política de Trump sobre el peligro que representan los inmigrantes centroamericanos para Estados Unidos. Con estos argumentos es posible que la intolerancia gane terreno día a día, si no se le combate con argumentos de peso como la educación y la concientización democrática. En el sentido de que todos los inmigrantes no son ladrones ni sinvergüenzas, sino personas comunes, trabajadoras que buscan un mejor bienestar para sí y sus familias en un país más próspero donde pueden vivir mejor. Porque las víctimas de esta perspectiva prejuiciada por la intolerancia son los pobres, no los ricos. Son las primeras víctimas de la diferencia cuando se les califica de peligrosos y violentos. La intolerancia se supera con educación constante desde la niñez, pero sobre todo con integración en la sociedad a la cual van.
De ahí que el tema de la ética es de gran vigencia para el análisis de temas como el de las migraciones pues atañen a los límites sociales y morales que establecen algunas sociedades al calificar el bien y el mal. Lo bueno es lo que se tiene que hacer según las convicciones morales para el bien colectivo, y, lo malo es lo que no se debe hacer y lo que no se puede hacer a ningún precio. Para Eco es importante que sus escritos sean retomados por las conclusiones que obtuvo en el estudio de casos concretos. Sus perspectivas, reflexiones y juicios pueden ser retomados por las enseñanzas que heredaron algunos procesos históricos migratorios en la Europa de pos guerra por la gravedad social que alcanzaron. Dan magníficas luces para guiar el análisis de casos de las migraciones como las centroamericanas. Pone como ejemplo a los 12.000 albaneses que al principio de este siglo, de un día para otro, se trasladaron a Italia a vivir. Este fenómeno tuvo muchas consecuencias buenas y malas. Para algunos italianos eran solo ladrones o prostitutas, mientras que para otros eran refugiados o migrantes necesitados de trabajo y vivienda.