Trump, el fracaso de la ayuda a Centroamérica por Cristóbal Pérez-Jerez

Los gobiernos y políticos de Centroamérica despertaron en la primera semana de abril angustiados. El presidente Trump anunció el fin de la ayuda a los países del tristemente célebre “triángulo del norte” (no es la Posada del fracaso, sino el fracaso de los países).


Los medios del mundo se han precipitado a discutir la forma y el fondo de la decisión del gobierno de Estados Unidos. Para nadie es un secreto que la estrategia de Trump siempre tiene una apariencia y un contenido diferentes. ¿Busca Trump favorecer la democracia, ayudar a generar políticas públicas eficientes, redistributivas de la riqueza y combatientes de la corrupción?, o ¿quiere favorecer a los corruptos en los procesos electorales que se aproximan?, ¿O es una cortina de humo para decisiones en contra de Venezuela y Cuba?, o simplemente un pulso más con el congreso demócrata.


El asunto real es que la medida es una respuesta más que todo mediática, sin efectos reales, de una administración gringa que no entiende que las migraciones, el tráfico de drogas, la confrontación violenta y el lavado de dinero en la región del triángulo son el resultado, no la causa, de una problemática social generada en parte por las decisiones históricas de las agencias de gobierno de la potencia del norte. Desde los años 50, en Centroamérica se han levantado voces por la democratización de los países, la generación de medidas democráticas para distribuir la tierra y los recursos productivos entre una mayor cantidad de personas y el respeto de los derechos humanos, y que el financiamiento del terror (que le llaman ayuda), ha sido la respuesta de los dirigentes gringos.


Hoy, la agenda sigue siendo la misma, o se democratiza la posesión de la tierra, se consolidan regímenes de protección de la ley y los derechos humanos, se protege el medio ambiente o el colapso iniciado en este siglo de estas sociedades del triángulo se profundizará provocando, entre otras tragedias sociales, la emigración masiva hacia un norte que cada vez es una opción menos segura.


Las cúpulas oligárquicas de Centroamérica se lamen las manos. Aparentemente se quedarán sin una fuente de financiamiento de la corrupción y el desencanto. Por otra parte, les quedan las manos libres para seguir explotando la mano de obra barata y analfabeta de millones de personas. Los militares y religiosos ven la gran oportunidad de justificar la toma del poder y oprimir a la gente por medio de las bayonetas y las sotanas (bueno, ahora los cristianos usan trajes Dior). Algunos medios afirman que la “ayuda” no es grande, y que sirve para la empalagoza garganta de contratistas extranjeros y políticos nacionales que llenan abundantemente sus faltriqueras.


¿Quién sabe sí Trump quiere cortar la ayuda a sus mejores aliados? Militares, religiosos y políticos corruptos. O solamente movió el tarro para asustar a los migrantes. O quiere un nuevo campo frente a los démocratas. Partido que por cierto está en contra de la pared. Sí de veras son démocratas apoyarían el fin de la ayuda para la represión, pero sí la apoyan estarían de acuerdo con Trump; si están en contra de la decisión de Trump, entonces de desenmascaran y muestran que no son démocratas. Un punto para Trump.


¿Qué piensan los gobiernos centroamericanos? Pues nada. El capitalismo semifeudal instaurado en el proceso mal llamado de independencia generó pequeños núcleos de familias adineradas, dueñas de la inmensa mayoría de las tierra y poseedoras del poder económico, político y militar. Gobiernan con una visión de señores (y señoras, como no), feudales. Son dueños de la tierra, las vidas y el manejo completo de unos ridículos Estados fallidos. No les interesa, ni miran, el analfabetismo, la violencia, la pobreza, el hambre de la mayoría de pobladores, que no son sus conciudadanos, son sus serviles. Como dicen algunos medios, son gobiernos autoritarios, criminales e impunes, firmes aliados de cualquier gobierno de los Estados Unidos, la medida de Trump es una mentira, fortalece las oligarquías y les deja las manos libres para reprimir a los opositores reales y potenciales.


¿Qué pretende Trump? Presionar a los gobiernos del triángulo siniestro para que generen proyectos sociales, para aliviar la pobreza, el hambre, el analfabetismo y el desempleo. O generar un ambiente de represión para ahogar las demandas sociales. No hay que olvidar que al criminalizar la migración se convierte en un problema de tráfico ilegal. Que genera enormes ingresos, y que provoca el surgimiento de bandas de criminales (con miembros de la política, el ejército y la policía), que generan enormes ingresos para los bancos transnacionales.


En El Salvador Estados Unidos tiene una opción de financiar la democratización, en Guatemala, tiene que presionar para que se inscriban todas las candidatas y que el pueblo decida su destino. En Honduras, hay que salvaguardar la presión de sectores alternativos. Trump dice: la ayuda no está funcionando. La solución, buscar otros aliados, en el campo de la democratización para pasar de unos Estados capitalistas feudales a unos Estados capitalistas democráticos. Es lo que se puede.


La gran apuesta de Trump es fortalecer la represión e intimidar a los pueblos del nefasto triángulo del norte, las posibilidades de fortalecer la democracia son reducidas. Los pueblos de la región pueden llevarle serenata a Trump y cantarle:


“Quién me ha robado el mes de abril

Cómo pudo sucederme a mí

Quién me ha robado el mes de abril

Lo guardaba en el cajón…”

Donde guardo la corrupción…

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